martes, 7 de mayo de 2019

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez

La vida es frágil.-

Me gusta leer a julio Cortázar, algunos de sus cuentos me parecen fantásticos y aunque son productos de su prodigiosa imaginación, no deja de sorprenderme lo certero de su realismo. Llega a mi memoria uno que refiere la suerte de un hombre que, bajo el sol abrazador del trópico, contempla y recorre su siembra de plátano; las plantas frondosas y verdes le arrancan suspiros de ilusión e ilusionado piensa en todo o que va a hacer con el producto de tan generosa cosecha. Decide regresar a casa y al cruzar entre los alambres de la cerca que delimita su parcela, resbala y cae clavándose hondo el machete que llevaba en su mano.  Mientras se le escapa la vida por la herida piensa en su fragilidad, en los misterios inescrutables que encierra, basta tan solo un instante para que tome giros inesperados o se extinga, entre ser y no ser hay un paño muy delgado y transparente. Todo puede cambiar de repente para bien o para mal, es una ley no escrita de la vida. Hoy se puede estar en la cima, pero al infortunio le basta un momento par abajarnos al suelo. Hoy todo puede parecer sombrío, pero rauda la luz puede llegar, nada es para siempre, por eso ni la vanidad ni la desesperanza debieran turbar nuestra alma.

Si se admite que la vida es así, entonces el afán de tener y acumular precisa repensarse en aras de encontrar el punto justo del equilibrio y no caer en los excesos del conformismo, la desidia y la holgazanería, pero tampoco en la obsesión de adquirir cosas que realmente no se llegarán a disfrutar y que, en el trance más desconocido de vivir, se tendrán que dejar. Todos disponemos del mismo tiempo, salvo los años que a cada quien le tocan vivir, luego, no valen las escusas para dejar de hacer lo que el deber impone o la emoción reclama


Voluntad, pero algo más.-

Hay muchas cosas que pueden lograrse a fuerza de voluntad. La firme determinación de hacer algo sin importar los obstáculos que haya que vencer casi siempre se ve recompensada con el éxito, cuando no, al menos genera la satisfacción de reconocer que el verdadero sentido se encuentra en la travesía y no en el punto de llegada. Sin voluntad, sin orientación de un propósito, se deambula sin rumbo y a merced de las veleidades del viento que va sin rumbo ni patrón. 

Innumerables son las historias de seres que han transcendido a la adversidad tan solo por tener mucha voluntad, pero, sin que mi afirmación entrañe una contradicción, no siempre resulta suficiente, es decir, no basta con tener mucha y buena voluntad para ofrecer buenos resultados, sobre todo en el ejercicio de responsabilidades públicas, donde a más de ella se requiere oficio, formación,  conocimiento, carácter y algo que casi siempre se olvida: el acierto de conformar un equipo de hombre y mujeres capaces y probos, más allá de las filias y las fobias.

La voluntad como el amor, son un acto de libertad.

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