Drama, miedo y muerte en K2. I de II partes.
Se tiene la creencia de que en la montaña, en sus alturas, el hombre deja su condición de humano para convertirse en la mejor versión de sí mismo. Su condición de humano, de simple mortal para convertirse en algo divino.
Sería inconcebible, que estando en un lugar donde el riesgo de morir se convierte en algo real, el individuo pueda permitirse el lujo de sentir ira, egoísmo, ambición o indiferencia.
Carlos Carsolio es uno de los contados montañistas, que han hecho cumbre en las 14 montañas con alturas superiores a los 8 mil metros de altura. Se les conoce en el argot del alpinismo de grandes alturas, como los “14 ochomiles”. Todas montañas de la Cordillera del Himalaya.
Carsolio me lo compartió alguna vez: Héctor Ponce de León vivió en carne viva una experiencia muy triste y penosa en una montaña del Himalaya. Iba escalando muy cerca de otro grupo de alpinistas y pensando que no existiría ningún inconveniente en pedirle a una escaladora que le permitieran utilizar su cuerda a él y a sus compañeros. La respuesta fue una contundente negativa por parte de la líder de la otra expedición. Les dijo tendrían que instalar su propia cuerda en la pared. La respuesta dejó al alpinista mexicano totalmente desconcertado, cruzó por su mente que la joven no era una verdadera montañista, sino sólo una coleccionista de cumbres.
Otra historia del mismo Carsolio, que Héctor me compartió: Descendía del K2, después de convertirse en el primer mexicano en la cumbre de esta montaña, también conocida como la Montaña Asesina. Han muerto en K2 más alpinistas que en el Everest, y son mucho menos los alpinistas en alcanzar su cumbre. Su forma en pirámide provoca que las avalanchas sean de una ferocidad y fuerza insólita. Prácticamente desintegran lo que encuentran a su paso.
El escalador mexicano vivió algo muy fuerte, desde el punto de vista moral y ético. De manera inesperada encontraron a un escalador español, en una de las peligrosas laderas del K2. No podían comprender su extraña situación. Completamente solo en una tienda de campaña, varado en la montaña, con serios problemas de salud, con severas quemaduras provocadas por las bajas temperaturas, su situación era muy delicada, pero no para morir.
En esta traicionera montaña, quienes desean subir exitosamente, saben de los demoniacos aludes, la palabra que ronda siempre en la mente del montañista, es “Las aludes del K2, surgen del infierno”. Entonces se convierte una expedición en esta montaña, en una carrera contra la muerte. CONTINUARÁ…
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