Comales y de malas.- Las matas de café resienten el fuerte calor de mayo y se empiezan a ver marchitas. Una ligera lluvia roció brevemente los cafetales, devolviendo la sonrisa a la blanca floración que exuberante adorna lomas y laderas. Los ríos, como el de Consolapa ya se han secado y eso preocupa a los campesinos que ven cada vez más deteriorado el medio amiente, lo que ha causado que las temperaturas sean más altas. En la zona cafetalera todavía se puede disfrutar del verde intenso del bosque de niebla y de los cafetales. En las barrancas y cerros aún se yerguen orgullosos los viejos árboles que mitigan la seca. A diferencia de otros lugares que además de la deforestación son mermados por los incendios. A ratos, unos nubarrones ocultan el ardiente sol. Las chicharras se dan vuelo con un agudo y ensordecedor chirrido que anuncia que seguirá haciendo calor. En la casa del viejo cortador curtido por soles y tormentas, las mujeres de la casa realizan las labores cotidianas que por siglos han mantenido a las familias unidas. El bracero de la cocina arde con la leña seca que le arriman para avivar la lumbre que esponja las tortillas sobre el comal de barro encalado. Hace unos días cayeron chicatanas que chicos y grandes se dieron vuelo recolectando. Solo salen una vez y hay que juntar lo más que se pueda. En amena charla las señoras les quitan la cabeza y las alas y las ponen a tostar al comal. Al mismo tiempo ponen a asar los chiles “conguitos” de la finca y luego las machacan en el molcajete con ajo y sal. Es la salsa de chicatanas, un manjar de dioses. Sobre el molendero, el metate de piedra contiene la masa que se va aplastando con el metlapil. Con singular arte y facilidad toman una bolita de masa y al palmear con ambas manos la hacen perfectamente redonda para colocarla con delicadeza sobre el comal. No tardan en llegar los campesinos de la finca y llegan con mucha hambre. El ritual de guisar para la familia, las viejas mujeres sabias del campo, no lo saben pero representa un acto litúrgico que además de nutrir a esta gente, la mantiene unida y sana. Un plato de arroz blanco con caldo de frijoles hervidos complementa el menú del día. El viejo sabio heterodoxo de los cafetales, degusta agradecido las viandas que las mujeres ponen en la vieja mesa. Extrañamente callado se le ve reflexivo y taciturno. Al acercarle su jarro de humeante café negro, la nieta le pregunta el motivo de su cavilación. A lo que el adalid de la sabiduría pragmática y de la experiencia acumulada, explica: “Es preocupante ver como destruimos la naturaleza irresponsablemente. Las abejas están en peligro y con ellas la vida. El agua escasea y el clima ha cambiado. Dentro de poco estaremos inundados de basura si no se toman las medidas necesarias para resolverlo y la contaminación irá acabando con lo que la naturaleza le ha llevado siglos en crear, evolucionar y conservar…” Remojando y sopeando un pan, consciente de que se ha ganado la atención de quienes le rodean, continúa, aunque dando un drástico giro al tema: “La vida es frágil y la vamos segando consciente o inconscientemente. Lo mismo pasa con la violencia y la inseguridad. Van matando la tranquilidad de la gente y sin darnos cuenta nos tiene con la vida en un hilo. Tantos muertos, tantos secuestros, tantas extorsiones; nunca antes habíamos sufrido tanta inseguridad y tanta zozobra. Se acaban los valores y aumenta la saña, la inhumanidad y el odio. Ahí está Tuzamapan y Teocelo. Ejecuciones y secuestros que han sembrado terror y miedo. Lo peor es que no se vislumbra solución. Los gobiernos se ven rebasados e incapaces de acabar con el monstruo que ellos mismos crearon. No es exagerado decir que la paz está en peligro. No nos queda más que encomendarnos al Gran Creador y pedir por los que amamos…” Al igual que él, todos se quedaron callados. Las expresiones de tristeza, impotencia, preocupación y temor, no se pueden disimular…
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