lunes, 19 de agosto de 2019

Cerca del Cielo. Por: José Ramon Flores.



Bondad a cero grados.-


Andrés Delgado, tras su apariencia un tanto dura, en su corazón existía solidaridad y bondad, tan necesaria en una montaña. Yuri Contreras, el internacional alpinista, da testimonio de lo que habitaba en el alma de Andrés. Dos alpinistas de la ciudad de México sufrieron una espantosa caída cuando apenas iniciaban el descenso en el cono del Pico de Orizaba. Habían logrado la cumbre, nieve inestable y cristalizada provocó un resbalón letal de uno de ellos, iban sujetos a una cuerda, ambos rodaron alcanzando una velocidad mortal.

Se detuvieron cientos de metros abajo, en una zona de mucha laja, en condiciones físicas muy difícil de describir. Yuri, testigo del accidente, por radio describió la espeluznante escena de la caída. Solicitando ayuda a quien se encontrara más cerca de donde habían caído los alpinistas. Andrés Delgado quien guiaba a un grupo de clientes en el volcán, le contestó por la frecuencia radial, que se dirigía a asistir a los alpinistas. Cuando Yuri llego, Andrés ya tenía un balance de los lamentables hechos. Uno de los montañistas ya había muerto, su compañero estaba en condiciones muy lamentables. Andrés externó la necesidad de un helicóptero, la pronunciada pendiente y un universo de laja suelta hacían casi imposible bajar al herido, sin ponerse en riesgo ellos también. Lograron finalmente contactar al piloto de una nave en Puebla, quien pedía una suma grande de dinero, la mitad por adelantado, y la otra parte al recoger al alpinista herido. En la práctica algo casi imposible. Aun consciente el montañista les proporcionó un número telefónico de un miembro del sindicato de la empresa Adams, donde trabajaban, asegurando que pagaría lo que fuera necesario. Todo fue inútil, ya había oscurecido, el frio comenzó a apretar de manera inhumana. Permanecieron toda la noche y madrugada, sufriendo las crueles condiciones de frio y viento feroz, cuidando a un perfecto desconocido, quien finalmente murió.

Otro ejemplo. Ricardo Torres Nava, el 1 de enero de 1991, también en el Pico de Orizaba, fue testigo de la caída de tres alpinistas, resbalaron cuando subían sobre el glaciar de Jamapa. Yo subía con Ricardo, Héctor Ponce de León y Andrés Delgado. Ricardo guiaba a un grupo de 60 clientes, habían llegado a Tlalchichuca en un autobús de turismo. Héctor y Andrés, eran los guías de apoyo, yo iba de colado junto con dos amigos de Coatepec. Eran tres alpinistas, que ya habían progresado un buen tramo del glaciar, uno de ellos resbaló y arrastró en su caída a sus compañeros, iban unidos por una cuerda. Los piolets y crampones, se convirtieron en armas blancas en la caída, Ricardo llego en auxilio de ellos. Yo había regresado dos horas antes porque a uno de mis crampones, se le habían degollado gran parte de las puntas.

Recuerdo que al ir bajando encontré a mis amigos Raúl y Juvencio Monge quienes habían decidido regresar. Ya casi amanecía y nos dedicamos a observar el espectáculo de luces de las lámparas de todos los escaladores que subían la montaña. Pero nos llamó mucho la atención ver que inexplicablemente tres lucecitas se movieron de manera vertiginosa hacia abajo. Jamás pasó por nuestra mente que unos alpinistas habían caído. Ya había aclarado totalmente cuando llegamos a Piedra Grande, nos dispusimos a desayunar, estábamos instalados en el iglú, cuando de repente escuchamos que alguien gritaba, al salir vimos pasar a un hombre corriendo, iba llorando, exclamaba que había ocurrido un accidente.

Ricardo vino a Xalapa días después, a dar una conferencia en la Biblioteca de la Ciudad. Me platicó que encontró a los escaladores con fracturas de brazos y piernas, uno de ellos había perdido casi toda la nariz, un crampón se la había rebanado. Al más grave, Ricardo lo cargo hasta Piedra Grande. Recuerdo que después de reportar el accidente en Tlachichuca, salimos de inmediato rumbo a Coatepec, no había celulares aún, y temíamos que, al saberse del accidente en el Pico de Orizaba, nuestras familias podían suponer que quizás habíamos sido nosotros. Me avergonzaba en aquellos momentos, no regresar al volcán y tratar de ayudar. Se lo comente a Ricardo, quien me dijo que no me sintiera mal, que finalmente, lo que habíamos hecho también había sido importante.

Estos actos de bondad, de alpinistas famosos, que hacen a un lado el glamur y la vanidad, para tratar de ayudar a quien no conocen, poniendo en riesgo su vida, son actos también de mucha humildad. Creo que el mundo que habitamos todos, que es nuestra casa, al margen de credos religiosos y de posición económica, sería un mejor lugar si estos actos fueran algo común.

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