Festejos y decesos.- Los calores de verano y del final de la canícula, que este año fue cordial y también lluviosa, han revitalizado las fincas que ya cargan verdes granos luego de una abundante floración. Cierto que el clima ha cambiado y también los tiempos agrícolas. Los campesinos que saben leer las lunas, las migraciones y las estrellas, dicen que en las partes bajas la cosecha iniciará en septiembre, temprano comparado con las cosechas de hace veinte o treinta años que llegaba después de Todos Santos. El viejo campesino curtido por el tiempo y el trabajo, cada rato le da prolongados tragos a su calabazo que contiene agua fresca, la cual se mantiene fría debido al térmico y natural envase. “Tienes mucha sed abuelo” le increpa uno de los jornaleros que observa la inusual avidez del vital líquido. A lo que el curtido barón de las laderas, quitándose el sombrero y pasándose la mano por la frente generando un chorro de sudor que literalmente riega la finca, explica con picaresca malicia: “Es que fui a la fiesta de Teocelo. Lo hago desde que mi padre me llevaba a visitar a los viejos mayordomos de la virgen allá por el barrio de Abasolo. Gente cordial y generosa, que nos recibía con mole, chiles rellenos y barbacoa. Todos ya se adelantaron. Recuerdo que uno de ellos nos platicaba que en el temblor de 1920, su padre estaba muy enfermo, casi agónico, y los estaban cuidando una hija y otra joven mujer, cuando empezó el tronido de vigas y paredes. Horas después lo fueron a encontrar en el traspatio sano y salvo. Cuando le preguntaron que cómo había llegado ahí, solo se acordaba que una jovencita vestida de azul lo había sacado con cuidado. Luego se enteró que las dos mujeres que lo cuidaban, habían muerto bajo los escombros. Se corrió la versión que fue la mismísima virgen de la Asunción quien lo salvó, pues era el mayordomo de la fiesta grande y echaba la casa por la ventana en su honor. No había ninguna otra explicación sobre tal acontecimiento”. Dando otro generoso trago al jícaro o guaje, como se le conoce en otros lugares, continúa su relato a los impávidos campesinos que hacen una pausa en el jornal y se acercan a la sombra del jinicuil a escuchar al sabio transeúnte del tiempo y de los montes, quien continúa su prédica con singular vehemencia, dada su deshidratada condición: “Estuvo muy bonita la fiesta, ya quedan pocos amigos de los viejos, pero se conserva la fe, la cultura, la tradición y la hospitalidad de la gente del Dios Tigre que honra a su Santa Patrona. El majestuoso arco floral que como ofrenda se coloca en el pórtico de la parroquia, es impresionante. Lo mismo los tradicionales ‘viejos’ o disfraces que ofrecen toda una variedad de diseños con gran chispa y creatividad. Abundancia y cordialidad, características de la tierra de los chininis, sin faltar las famosas ‘envidas’ preparadas con cerveza y vino de naranja pomelo de ahí mismo”. El siguiente trago, ya reconociendo que despuntaba el sol de la tarde, ya fue un buche de guarnís que guardaba en su morral, mismo que pareciera que le cambió la cara, pues con tristeza, comentó: “Lo malo es que hubo un acontecimiento que ensombreció la región. Mataron cobardemente a otro taxista, un hombre de más de setenta años que nunca le hizo daño a nadie, que todavía trabajaba para llevar el sustento a su familia y que era amable y respetuoso. Qué poca madre, ya no hay moral. Antes hasta los malandros tenían código de ética, no se metían con niños, ni mujeres, ni ancianos. Pero ahora como se meten cuanta porquería que los embrutece y los pone locos, ya lo vimos, son capaces de cualquier atrocidad sin siquiera inmutarse. Cuánto le pudieron robar al pobre hombre. Aunque se llevaran el coche pero que lo dejaran vivo. No se vale, y lo malo es que como la mayoría de los crímenes, quedará sin solucionarse, pues las acciones de las autoridades no tienen pies ni cabeza y han demostrado total incapacidad, y la sociedad viviendo con miedo, angustia e impotencia. Qué poca…” Ya no terminó la frase, no supieron si por el nudo en la garganta o porque ya le andaba por ir a echarse una fría pa’ la resaca…
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