martes, 20 de agosto de 2019

Desde el aula Por: Prof. Julio Hernández Ramírez



En peligro de extinción


Me compartieron un documental cuya idea principal sugiere que la mía, que la nuestra, para algunos, es una generación en extinción. En una pretensión, por demás innecesaria, de justificar tal afirmación se expone una serie de ideas secundarias. Se dice por ejemplo, que somos la generación de la Guerra Fría que polarizó a hegemonías que amenazaron con una conflagración de dimensiones insospechadas. La generación que vivió la Revolución Cultural que se manifestó en el maravilloso movimiento musical de Los Beatles; que creyó en la familia monogámica y en la institución del matrimonio; que tenía la sensibilidad de desocupar un lugar en el transporte público para que fuera ocupado por un adulto mayor o una mujer por el hecho de serlo; que supo aquilatar el amor filial y el respeto a los maestros y mayores. Que se formó en las escuelas públicas y acarició el sueño de los viajes espaciales. La generación que vivió la oprobiosa represión y que sin saberlo, partió la historia de este país permitiendo a la postre una transición pacífica y la incubación por décadas de una esperanza que en la asunción al poder se torna en desilusión. No basta con autoproclamarse adalid de la honestidad, pues la ineficiencia, la ocurrencia y la discrecionalidad en el ejercicio de responsabilidades públicas, también son actos de deshonestidad.

Se dice que cada vez somos menos y más cansados, cierto, pero nos resistimos a la rendición y creemos hasta la devoción en la posibilidad de un mundo mejor. Hablar de extinción es una perogrullada, creo más bien se trata de una generación en transición, pues alcanzamos a rasguñar la era de las tecnologías, de aislamiento y los sucedáneos.



Que alguien se lo diga al rey


Usted lo debe recordar. Un cuento que aparece incluso en los libros de texto y que relata la patética historia de un rey vanidoso y megalómano, que en su delirio pide la confección de un traje jamás visto. Uno de los aduladores que suelen merodear a los hombres de poder como las moscas al pastel, le ofrece hacerle uno que solo los inteligentes y fieles serían capaces de ver. Durante muchos días finge tejer tan extraordinario traje que el rey por no parecer tonto desea ver. Por fin sale un día creyendo lucir tan fabulosa vestimenta cuando en realidad iba desnudo, pero nadie se atrevía a decirlo por temor y por no parecer tonto, hasta que un niño en su inocencia grita ¡El rey va desnudo!, y la realidad se impone.

Que alguien de los que pueden hacerse oír, se lo diga, que el país se conduce al precipicio, que para revertir el daño que se puede causar, se requerirán décadas, que sin crecimiento económico, sin inversión, sin generación de empleo, sin una estrategia eficaz para dar seguridad a las familias, sin generar lo que se pretende regalar, no es posible lograr una gestión de éxito. Que alguien se lo diga. Queremos que le vaya bien.

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