DESDE
EL AULA
Suelo
convivir con la gente de campo, me resulta muy gratificante. Su charla es amena
y sencilla, su pensamiento claro y profundo. De cuando en cuando busco a un
amigo que alterna actividades agrícolas con la albañilería, platicamos de varios
termas y pese a que su escolaridad es apenas del tercer grado de primaria, me
sorprende su esgrima verbal y su habilidad para articular ideas. Les comparto
tres temas sobre lo que versó nuestra última charla:
Le
digo que mi primera actividad diaria consiste en agradecer a dios el milagro de
la vida y pedirle inteligencia para conducirme como un hombre sensato, prudente
y justo. Me contesta que estoy dejando que prevalezcan en mí las fuerzas
negativas sobre las positivas. ¿Acaso estás sugiriendo que la oración
representa negatividad? Le replico. No, estoy diciendo que te quedas en la
creencia de que orar es suficiente, y no lo es, si no la acompañas con buenas
acciones.
Hay
en la región en que vivimos un cura altamente estimado, ambos lo conocemos. Sus
celebraciones siempre son muy socorridas con la presencia de la grey católica
que fervorosa acude a escucharlo. El cura le pregunta a mi amigo, qué opinión
le merece su acción pastoral. Él, presto le contesta: está usted mal. ¿Por qué?
Le inquiere con notoria sorpresa. Porque usted no llama a la feligresía para
que adoren a dios, sino para complacerse usted mismo y entonces se hace
arrogante cuando debe ser humilde, ello explica el por qué cuando usted no
oficia, la gente deja de ir, no olvide que su misión debe ser instrumento y no
fin. Como respuesta encuentra el silencio y una expresión dubitativa, casi de
melancolía.
¿Tienen
los animales inteligencia? Le pregunto y responde de inmediato con un
categórico: no. Lo invito a que pensemos por ejemplo en las calandrias que
tejen sus nidos con una precisión y belleza que ni el mejor artesano las podría
igualar, luego le insisto: ¿siques pensando que los animales carecen de
inteligencia? Sí, me contesta. ¿Me puedes dar un argumento sólido para
sustentar tu opinión? Claro, me dice: consiento contigo que los nidos que construyen
las calandrias son una maravilla, pero desde hace mil años los hacen igual y
podrán pasar otros mil y seguirán haciendo lo mismo. Eso no es inteligencia.
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