lunes, 20 de agosto de 2018

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros

K2: Antes del Final.

Columna de colección 
15° aniversario. (II de II partes).


Crónica de la trágica muerte del alpinista mexicano Adrián Benítez Morales, ocurrida en el K2 la montaña asesina. Aderezada con un poco de ficción del columnista y comentarios del Dr. Ricardo Torres Nava.

Cordillera del Karakoram en Paquistán, agosto 13 de 1992… Adrián fue levantado por una feroz y violenta ráfaga de viento. Su piolet salió despedido, golpeando en el pecho a Ricardo. El K2 de 8610 metros de altura, la segunda montaña más alta del planeta, no solo es complicada de escalar, descender de ella también es un suplicio. Su forma geométrica que semeja una pirámide, convierten sus brutales avalanchas, en  una macabra bomba de tiempo para los alpinistas.

Cuando Ricardo recuerda aquel trágico momento, su tono de voz y su mirada cambian. El Karakoram le cambió la manera de ver la vida. Asegura que Adrián, antes de precipitarse al vacío, el viento lo levanto de la superficie blanca y congelada, 10 metros de altura, luego fue arrojado al precipicio con una brutalidad inhumana, como si se tratara de un muñeco de trapo. Todo estaba consumado.

Adrián llego al K2, con una tremenda depresión que prácticamente le costó la vida, el mote de ‘montaña asesina’ se lo ha ganado a pulso. Tan solo en 1986, cobró la vida de 13 alpinistas que intentaron escalarlo.

Aturdido y aterrorizado Ricardo le llevó más de una hora recorrer los 20 metros para salir de la canaleta. Debía llegar al campamento III, para poder avisar por radio, de la muerte de su compañero. En su mente aparecía Adrián volando hacia la muerte, y que siendo hijo único, pensaba cómo le avisarían a su mamá en México.

Ricardo ya había visto a la muerte en el Everest, Phu  Dorge uno de sus sherpas  en 1989, y a quien le había cedido -al llegar a la cumbre- el honor de pisarla primero, murió en el descenso. Adrián Benítez, era tal su amor por las montañas, que siempre había expresado su deseo de morir en una de ellas. El dolor sentimental que cargaba en su interior, quizás solo pudo ser aliviado por el K2.

Adrián Benítez Morales, biólogo de profesión, fue uno de los mejores escaladores mexicanos de aquellos años. Una persona culta, Ricardo manifiesta que Adrián no mostraba su natural entusiasmo y buen humor en aquella expedición mexicana, denominada Tepehua.  El  K2 lo escuchó, convirtiéndose prácticamente en un instrumento divino para hacer realidad su deseo. Para Héctor Ponce de León fue tanto su pesar, ante la desaparición física de su amigo de aventuras, que tuvo que recurrir a terapia psicológica para poder superar  el profundo dolor.

Una reflexión obligada es tratar de entender, qué es lo que impulsa al hombre a sufrir hasta los límites humanos por conquistar una montaña. ¿La cumbre es un triunfo físico o una victoria espiritual? Es una reflexión que me encantaría conocer de los lectores de esta columna. 

Mi correo electrónico es:   cercadelcielo57@gmail.com

2 comentarios:

  1. Gracias por tu columna. Adrián Benítez no era hijo único. Tenía dos hermanas y un hermano.

    ResponderBorrar
  2. Efectivamente si madre Dora María tuvo 4 hijos. Mi mamá es su mejor amiga .

    ResponderBorrar