El arte tiene un gran valor en nuestra vida, es el aspecto que nos regala belleza y nos provoca emociones, nos da la oportunidad de transportarnos y vivir experiencias únicas. Existen muchas técnicas y corrientes artísticas para cada tipo de disciplina, se puede ir desde lo clásico y realista hasta lo abstracto, y a pesar de que el artista puede crear una pieza con una idea clara, nosotros siempre tenemos la posibilidad de dar nuestra interpretación o adueñarnos de dicha pieza al hacerla nuestra favorita, así nos identificamos con un momento de la vida, con un sentimiento o con la misma idea del artista.
Particularmente, la música ha sido el arte que de cierta manera nos ha acompañado, incluso, desde antes de nuestra existencia como humanos puesto que la naturaleza tiene sus propias canciones, las aves, el mar, los animales son como los instrumentos, el eco sería un tipo de efecto que vuelve más interesante las ejecuciones de la naturaleza. Más real que esto no podría ser, ya que la música nació como una imitación humana a los sonidos de la naturaleza, aprendimos a recrear sensaciones de felicidad, alegría y al mismo tiempo, situaciones de peligro y de miedo.
El talento de los músicos radica en su capacidad de imitar las notas, en su memoria musical y por supuesto, la ejecución de técnicas de su instrumento. Gran parte de este talento se logra con el trabajo diario, la constancia y el estudio, pero existe también un parte del talento que puede ser ayudado con condiciones genéticas del músico como el llamado “oído absoluto” y el “oído relativo”.
El oído absoluto se refiere a la habilidad de identificar una nota por su nombre sin la ayuda de una nota referencial, o ser capaz de producir exactamente una nota solicitada sin ninguna referencia; y el oído relativo es la capacidad que tienen algunos músicos para identificar varias notas tocadas simultáneamente, e incluso identificar complejos acordes, así como la distancia entre notas de una pieza musical; el oído relativo es una capacidad que puede desarrollarse, muchos músicos logran obtener un buen oído relativo con el paso del tiempo practicando.
El oído relativo ayudó en el algún momento a la física, con esta capacidad se pudo comprobar uno de los descubrimientos del estudio de las ondas. El efecto Doppler es la variación de la frecuencia cuando la fuente emisora se mueve con respecto al observador, como sucede por ejemplo con la sirena de una ambulancia, que se oye más aguda cuando se acerca y repentinamente más grave desde el momento en que se aleja.
El físico y matemático austriaco Christian Andreas Doppler, (quien describió este efecto) quería demostrar la exactitud de sus cálculos. Doppler pidió la ayuda de trompetistas con muy buenos oídos relativos. Doppler se ubicó en un punto del campo donde un tren pasaría a una velocidad uniforme. Le pidió al maquinista que condujera a una velocidad determinada (70 km/h) y los dos trompetistas (uno sobre el tren que pasaba y otro junto a Doppler, en el campo) debían tocar la nota “la”.
Cuando el tren pasó, inmediatamente ambos músicos registraron la diferencia de altura entre la trompeta en movimiento y la trompeta en reposo (cada uno escuchaba su propia trompeta como la correcta y la otra, desafinada). Después de la prueba Doppler comprobó que los resultados coincidían exactamente con su cálculo.
En realidad esos músicos poseían buenos oídos relativos. En ese caso el oído absoluto puro sólo habría servido para determinar que las frecuencias emitidas por las trompetas en movimiento no coincidían con la frecuencia adjudicada por convención a la nota musical “la4” que a mediados del siglo XIX oscilaba según la ciudad entre 423, 435 y 451 Hz, por lo que en esa época no podía existir el “oído absoluto”, ya que lo que era un “la” para un músico de una ciudad podría resultar un la bemol o un la sostenido para un músico de otra ciudad.
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