La exploración marina es una actividad relativamente pequeña en comparación con todo lo conocido a nivel terrestre ya que existe gran parte del océano con el que no se ha tenido ningún tipo de contacto humano. Poco a poco, las expediciones subacuáticas se van modernizando y haciendo más sofisticadas con equipos robotizados y dispositivos computarizados que interpretan las condiciones de las profundidades.
La principal actividad humana para el conocimiento del océano ha sido el buceo, desde una pequeña inmersión a un par de metros hasta las grandes profundidades que han logrado los más capacitados y profesionales en este campo.
Como cualquier actividad práctica de campo, el buceo conduce a varios riesgos, en especial por desarrollarse en una condición no natural para el ser humano; estos riesgos pueden llegar a tener graves consecuencias, incluso la muerte. El ataque de un ser marino como un tiburón sólo es uno de los posibles escenarios en el trabajo diario de un buzo. El cuidado del equipo de protección de un buzo representa el mínimo obligatorio para una inmersión satisfactoria, sin embargo, una de los principales riesgos tiene que ver con la concentración de gases en su organismo; de manera natural nuestra sangre se nutre de oxígeno mediante la respiración, pero en todo nuestro cuerpo también poseemos otros gases que mantienen las funciones vitales en orden. El nitrógeno, por ejemplo, se encarga de la producción de proteínas y además está presente en la conducción nerviosa; este gas lo ingerimos en los alimentos pero también se hace presente en nuestro cuerpo mediante la respiración ya que el aire terrestre está compuesto en más de un 75% de nitrógeno.
En las profundidades, un buzo experimenta un aumento de presión, esto hace que las partículas de nitrógeno disminuyan su tamaño pero al subir a la superficie si se llegara a hacer rápido el aumento del tamaño de las partículas puede causar que algunas venas se obstruyan, ocasionando embolias e incluso la muerte, es por eso que los buzos deben hacer un ascenso lento y sobre todo guardar reposo para que el nitrógeno regrese al equilibrio, es por eso que también lo recomendable es no hacer vuelos en avión, ya que si no se encuentra en equilibrio el nitrógeno a la hora del vuelo, el efecto es similar que un ascenso marino muy rápido.
Otro de los riesgos en el buceo es el llamado “Narcosis de nitrógeno”, se trata de una condición donde la concentración de nitrógeno en el organismo entorpece la conducción nerviosa y el buzo presenta episodios de desorientación y falta de concentración; este fenómeno es más evidente conforme la profundidad aumenta; hasta los primeros 15 metros los síntomas pueden ser muy leves o inexistentes, a partir de este punto, se puede pasar por deterioro del razonamiento, euforia y alucinaciones, hasta paranoia o pérdida del conocimiento. En cada metro que el buzo desciende se aumenta la posibilidad de aparecer esta condición. Uno de los principales problemas de esta “intoxicación” es que el buzo puede no estar consciente de lo que lo ocurre, se han documentado casos en los que la persona entra en un estado de euforia tal que comienza a quitarse su equipo de respiración y muere.
Hoy en día los buzos reciben capacitaciones especializadas cuando se trata de hacer un descenso considerable, además de que el equipo de respiración también se emplea con gases especiales que eviten en lo posible la aparición de este estado.
Poco a poco, un metro a la vez vamos conociendo más nuestro mar, en cada inmersión, los buzos nos regalan un poco más de la vida marítima. Incluso con estos riesgos, estos valientes hombres viven en primera persona el sueño de convertirse en un pez y vivir como tal por un momento.
________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________
No hay comentarios.:
Publicar un comentario