lunes, 25 de marzo de 2019

REFLEXIONES Por: Héctor Hernández Parra

EL RANCHO LBJ


Ha llegado a mis manos un texto clásico publicado MÉXICO AMARGO por la editorial Siglo XXI, con la tutoría de Manuel Mejido, un destacadísimo  reportero y periodista veracruzano nacido en Tierra  Blanca.
  
Resulta ser una joya para quienes gustan de percibir con alta sensibilidad la Sociología y la Antropología Social. Por supuesto que es ampliamente recomendable, es un texto que rescaté del desecho bibliográfico de un amigo, a quien le horrorizó conocer la miseria histórica de nuestro país.
  
Diversos temas son abordados: el fracaso de la Reforma Agraria en México, el proceso de desertificación, sequía y falta de agua en algunas regiones de nuestro país, el fascinante negocio de la basura y la pepena en la ciudad de México, enmarcados por un halo de corrupción.
  
Me llamó la atención un reportaje donde se da cuenta de cómo el aparato oficial mexicano aportó lo mejor de si para que floreciera un rancho, el emporio de descanso el Rancho LBJ.
  
Un regalo del entonces gobernador  Alfredo Chávez y el aspirante a gobernador Tomás Valles para el primer mandatario de la Nación  Miguel Alemán, posteriormente pasó a manos de  su socio Lyndon B. Johnson quien llegaría a convertirse en el sucesor del Presidente Kennedy en la Unión Americana.
  
Con un manejo jurídicamente planeado para la época, se subdividió y se procedió a diseñar un esquema donde algunas compañías rentaban anualmente las propiedades a fin de satisfacer la Legislación Agraria.
  
Un palacio construido en nuestro país ubicado en Las Pampas, Chihuahua a 30 kilómetros de la carretera Jiménez-Chihuahua, con una extensión de 44,000 hectáreas, un palacio de lujo, un verdadero oasis en medio del desierto.
  
Lo destacable fue que la SCT construyó un camino pavimentado y la CFE electrificó el punto. La Secretaría de Agricultura envió a su personal a sembrar 45 hectáreas pastizales, perforar 11 pozos y proyectar 24 potreros.
   
El casco de la Hacienda fue equipado con 11 recamaras, patio andaluz, corredores, pisos de madera chiapaneca, pista de aterrizaje y un enorme hangar que alojaba aeronaves DC6. Un contraste evidente de la clásica aridez de la región y el oasis en cuestión.
  

La magnífica obra fue concebida con patio andaluz rodeado de arcos con una gran fuente al centro, la jardinería comprendía buganvilias, tulipanes y rosales.
   
El mobiliario de cedro labrado a mano, en el comedor vajillas de Baviera y copas de cristal cortado, la cocina mantenía en refrigeración carnes hereford, latería importada, leche americana, camarones de Campeche, langosta de Quintana Roo y refrescos y sodas americanas.
  
El producto de este texto es el de asomarnos a una época del periodismo que a la distancia puso al desnudo cómo el cachorro de la Revolución y su socio, gozaron de las mieles del poder.
   
Cuando el texto de Manuel Mejido apareció en los años setentas, el General Arturo Durazo ya planeaba servirse del poder, abusando de la amistad con el Ex Presidente José López Portillo quien lo designó como Jefe del Departamento de Policía y Transito del Distrito Federal, una época de la corrupción nacional de aquellos años.

Correo electrónico: 
hectorhernandezparra77@gmail.com

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