martes, 30 de abril de 2019

EXPRESSO CORTADO - Por Gilberto Medina Casillas


LA CULPA
(Segunda parte de dos)

La culpa pecaminosa, desencadena un conflicto que involucra a tu propia alma, se convierte en una piedra en el cerebro que comienza a lastimar.  Así es como debe de ser, aseguran los catequistas.

Voy a citar, de la Biblioteca D. Winnicott: ‘Freud hablaba del id (o ello), refiriéndose a las pulsiones o impulsos instintivos, y del ego (o yo), refiriéndose a aquella parte del ser que guarda relación con el medio ambiente. El ego se encarga de modificar el medio ambiente o entorno con el fin de dar satisfacción al id, al mismo tiempo que reprime los impulsos del id con el fin de sacar el máximo provecho de lo que ofrece el entorno, igualmente para satisfacción del id’.

En este enfoque, la culpa, se manifiesta como ‘sentimiento de culpabilidad’ y agrede al id, con feos arañazos; de acuerdo a los individuos en lo particular, podemos decir que hay quienes sí han desarrollado la capacidad de experimentar estas ideas ansiosas y en ocasiones angustiantes, englobadas bajo el ‘sentimiento de culpa’, cosa que les afea la vida horriblemente.

Pero, aquí es cuando rechinan los rieles. Hay personas que no experimentan ‘sentimiento de culpa’, ni nada que se le parezca, y dice un autor del proyecto D. Winnicott: “alguien se hace conspicuo por su ausencia de sentimiento de culpa”. Involuntariamente me vino la imagen del presidente Truman, de los EE.UU., dibujada en el hongo de Hiroshima.

Olvídense de echar la culpa, que siempre miramos la paja en el ojo ajeno, hay personas que logran entender la culpa, su culpa, como un evento que se debe superar. Esa forma de pensar ya acusa una maduración emocional del individuo. Al cabo, todo tiene que ver con asumir la responsabilidad.

Ir por la vida cargando sentimientos de culpa, es como ir en tu auto con el freno de mano puesto.

Colofón:
‘De los artistas cabe decir que algunos no son capaces de experimentar culpabilidad y, pese a ello, logran la socialización gracias a su talento excepcional. A las personas corrientes, dominadas por la culpabilidad, esto les parece desconcertante; y, sin embargo, sienten un oculto respeto hacia esa gente creativa, por su falta de remordimientos’.

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