¿Qué es la Sociedad Justa para la Modernidad?
En anteriores publicaciones de esta columna hemos discutido someramente como la Humanidad ha pasado de ser tan solo un grupo de primitivos nómadas recolectores y cazadores -probablemente liderados por aquel que tenía más edad o más habilidades como cazador para dirigir al clan- a organizaciones sociales cada vez más complejas como resultado del gradual crecimiento de la población y el desarrollo de los conceptos de familia, propiedad y gobierno como bases de la estructura social. Haciendo un breve resumen podemos decir que la sociedad ha evolucionado desde el liderazgo tribal, pasando por formas de gobierno autocráticas como la monarquía absoluta o la dictadura, oligárquicas como las teocracias o las juntas militares, moderadas como las monarquías constitucionales, y finalmente las modernas democracias republicanas. Es bueno tener en cuenta que esta evolución política no ha sido uniforme en todo el mundo, sino que se ha dado a distintos ritmos en épocas distintas y aun hoy persisten casi todas en alguna u otra forma en diversos países, incluso dando en ocasiones retrocesos históricos en la historia de algunas naciones. Países como China, Corea del Norte, Irán o los Emiratos Árabes viven aún bajo formas de gobierno que distan mucho de ser democráticas.
Ahora bien, existe una estructura que es en sí ideológica pero que funciona en la realidad casi a través de toda la historia de las sociedades, exceptuando sólo a las primeras sociedades tribales, anteriores al surgimiento de las primeras civilizaciones en el oriente. Esta estructura funcional es el Estado, que en muchas ocasiones se confunde con el Gobierno, pero que en realidad lo abarca.
Podríamos definir al Estado como la “estructura” de formas de organización que por un lado dan cohesión a los miembros de una sociedad, mientras que a la vez se encargan de preservar las relaciones entre las distintas clases de la sociedad. Dicho de otra forma el Estado es el conjunto de normas que sin estar escritas funcionan a través de las instituciones sociales (política, religión, órganos de justicia, educación, ejército, etc.) para preservar el llamado statu quo, o sea la estabilidad del estado actual de la sociedad. Consecuencia de lo anterior se ha dado a través de la historia una tensión que por un lado motiva a las clases sociales desfavorecidas a mejorar su nivel de vida escalando el sistema político y la economía, mientras que por otro lado hace que las clases favorecidas económica y socialmente se resistan a perder sus privilegios; tal es la causa de las muchas revoluciones que el mundo ha conocido.
Aunque ya desde la Antigüedad existieron algunos casos históricos en los cuales se trató de hacer al menos más equitativa la vida social -como la Democracia ateniense, la República de Roma o durante el Renacimiento la República Veneciana- la verdad es que la constante en todo el mundo era la explotación de las clases más empobrecidas y el distanciamiento de los príncipes y reyes hacia sus gobernados. La culminación de esta lucha de clases habría de venir con la sangrienta Revolución Francesa de fines del siglo XVIII, que a pesar de ser en la práctica un suceso trágico, colmado de odio y asesinatos, fue idealizado en América y en Rusia con aquellos ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad que los revolucionarios franceses tomaron como divisa.
Hacia fines del siglo XIX surgió en Europa el pensamiento del pensador Karl Marx, quien proponía que la lucha de clases, que llamó dialéctica, habría necesariamente de conducir a un Estado socialista, en el cual se rompiera con los viejos esquemas de segregación de las clases obreras e injusticia social. Y cito:
Raramente la obra de un filósofo ha tenido tan vastas y tangibles consecuencias históricas como la de Karl Marx: desde la Revolución rusa de 1917, y hasta la caída del muro de Berlín en 1989, la mitad de la humanidad vivió bajo regímenes políticos que se declararon herederos de su pensamiento. [Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E. (2004). Biografia de Karl Marx]
A la larga ninguna de las predicciones de Marx se ha cumplido, e incluso en los países que adoptaron la corriente del Marxismo-Leninismo se dio una opresión peor aún que los regímenes que pretendía cambiar. Aunque no se puede atribuir esto último a Marx, la realidad histórica es que 60 millones de chinos asesinados o muertos por la hambruna durante la “Revolución cultural” de Mao Tse Tung son el testimonio de un sistema fracasado. El siglo XX puso sus esperanzas de justicia social en una ideología que no pudo cumplir con aquella promesa de equidad para todos.
En síntesis, el mundo es diverso y no se puede establecer un rasero que mida el éxito o fracaso de las diversas naciones en su anhelo de justicia e igualdad, sin embargo muchos de los antiguos regímenes han logrado, con adelantos y retrocesos, evolucionar hacia mejores estándares de bienestar; queda pendiente en la conciencia de la Humanidad el sobrepasar aquello que todavía se arrastra como las heridas del atraso y la desigualdad.
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