Una de las grandes preocupaciones cuando nos convertimos en padres es la alimentación de los niños. ¿Por dónde empezamos? Pensemos primero únicamente en fomentar buenos hábitos en la relación que recién inicia entre nuestro hijo y la comida. ¿Por qué? Porque la mayoría de los desórdenes alimentarios, obesidad y padecimientos crónicos que estamos padeciendo están directamente ligados a una relación compulsiva o repulsiva con ciertos grupos de alimentos.
Muchos de los hábitos iniciales se inculcan desde la etapa de lactancia, en esta etapa es importante que la madre se alimente correctamente y mantenga una dieta libre de productos refinados y azúcares. La reducción de azúcar propiciará una relación armónica con la leche materna, la mamá y el niño estarán mucho más tranquilos y el bebé logrará más y mejor calidad de sueño. Cuando se carece de leche materna, se puede optar por leche de otra madre (nodriza) o leche de cabra orgánica complementada con agua de coco fresca (abrir el coco al momento de cada toma).
El primer alimento que se le da a un infante lactante, determinará lo que deseará más adelante. Si a su bebé le lleva a la boca alimentos dulces, con aceite o sal, el cerebro realizará un registro profundo logrando que esta preferencia sea permanente en su vida. Siga esta pequeña regla: No dé a probar a sus niños comida que no aporte nutrición; recuerde que si no nutre, no lo necesita. Evite problemas alimentarios posteriores; no sal, no aceite, no dulce, permita que los sabores lleguen a su paladar puros y suaves, esto permitirá que los disfrute y no inicie a temprana edad una guerra de preferencias con la comida.
Un ambiente nutritivo es un factor importante en el desarrollo del niño, es decir; limitemos el ingreso de alimentos chatarra al hogar, esto beneficiará a toda la familia. Ofrezca frutas frescas de temporada, tiritas de zanahoria, pepino, jícama, etc.; barritas de cereales como el amaranto, quinoa, maíz, siempre libres de dulce, y empiece por disfrutar usted mismo la textura y sabor de estos alimentos, es completamente necesario que su pequeño asocie el placer de la comida con alimentos sanos.
Evite a toda costa premiar a su hijo con un alimento dulce por comer las verduras, recuerde que no debe actuar como si comer verduras es un acto de sufrimiento. En mi experiencia puedo asegurarle que el niño no mantiene vínculos ni preferencias con los alimentos que no ha probado, no le ofrezca productos que a usted le parecen deliciosos y placenteros, que después querrá limitarle. Eso sí es un acto de crueldad emocional.
Los alimentos con azúcar y colorantes deterioran la flora intestinal y serán causantes a mediano y largo plazo de estreñimiento, agruras, acidez, gases y otros trastornos estomacales que estoy segura no quiere para su hijo. Además de afectar su apetito trastornando el paladar al rechazo de los alimentos nutritivos, incrementando el peso, la generación de flemas, deterioro del sistema inmune, hiperactividad, trastornos del sueño, entre otros.
Fomente alegría y tranquilidad a la hora de las comidas, ponga música suave desde la preparación, arregle la mesa, decore su plato de forma apetitosa, genere un entorno de amor y convivencia alrededor de la mesa durante las comidas. Evite hablar o mensajear por celular, discutir o comentar asuntos desagradables. Hable de las propiedades de los alimentos, de su sabor, color y textura. Aliente a su niño a masticar bien, a comer lentamente y asegurarse de que la masticación ha sido suficiente y lleva suficiente saliva. Mastiquen juntos como aprender una danza y disfruten. Explique la importancia de las enzimas de la saliva en la digestión, recuerde que conocer los elementos corporales y su función, nos ayudan a entender la importancia de cuidar nuestra salud y saber de dónde proviene la enfermedad.
Siempre otorgue tiempo suficiente a las comidas, los padres que impulsan a sus niños a comer de prisa o sirven raciones desproporcionadas, involuntariamente provocan un vínculo desagradable con los alimentos. Comer sin masticar y en demasía en un ambiente de estrés, genera comedores conflictivos. Sea flexible, permita que toque la comida con las manos, déjelo moverse, no lo obligue a comer, si el niño muestra inapetencia retire el plato y permítale retirarse. No ofrezca alimentos de ningún tipo, hasta que el niño pida su comida; será entonces que el plato regrese a la mesa.
Ofrezca variedad, sobre todo de texturas, alimentos crujientes, alimentos blandos, trozos, puré, tiritas, rodajas, crudo, asado, hervido, horneado, etc. Esto permitirá que su hijo acepte mayor variedad de alimentos y le permitirá elegir las formas de su preferencia. Pida a la familia que no le ofrezcan al niño alimentos chatarra, si es necesario reúnales para explicar las razones por las que ha tomado ésta decisión, comente su preocupación por las enfermedades crónicas (sobre todo las familiares) y lo que desea lograr al educar a su hijo en una cultura alimentaria sana, indique qué tipo de alimentos le gustaría que ofrezcan al niño durante la convivencia y téngalos a la mano para facilitar el proceso. Todo aquel que ame a su hijo se unirá a esta tarea con gusto.
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