Desaparición misteriosa en Chimborazo.
Cuando realicé la primera columna de Cerca del Cielo, recuerdo que fue Edvino Rodríguez Portilla, quien me motivó a plasmar mis vivencias de montañista en una colaboración semanal. La primera tarea fue encontrar un nombre para la columna.
En Bolivia de 1996, escalé el Huayna Potosí de la Cordillera Blanca de ese país andino. Estando en el albergue de esa montaña, revisando fotos de cumbre, quien había conquistado dicha montaña, encontré una de un alpinista al pie de la gráfica, llamó de mi atención la leyenda, “Cerca de Dios, cerca del cielo, cerca de mi papá”. Misma que me provocó llanto.
Estando en México le comenté a mi ex esposa esta historia, pensé que no lo había tomado en cuenta, le mencioné que intentaba escribir y compartir en una columna mis experiencias, y que necesitaba un nombre para esta columna, lo primero que me dijo fue, “Ramon recuerdas la historia que me platicaste cuando escalaste en Bolivia, lo que decía la fotografía, no te gustaría que se titulara Cerca del Cielo”; no lo dude ni un instante.
Fue una expedición con una anécdota insólita que nunca he mencionado. No sé exactamente porque, pero en esta ocasión, me atreveré a recordar esta historia, la cual no podría decir que es verdadera, o fue una leyenda de montaña.
Dos años antes en Ecuador Cotopaxi, un alpinista ecuatoriano, me aseguró, que en el Chimborazo, había sido testigo de algo verdaderamente insólito y escalofriante. Había llegado un alpinista europeo a escalar la montaña más alta de Ecuador, solo y su alma, tal manera que también lo hice siempre al viajar a Sudamérica. Es una costumbre rara, no es nada normal llegar a países tan lejanos sin compañía.
Al día siguiente de madrugada salieron rumbo a cumbre, el enigmático y tímido alpinista había salido antes, se distinguía muy arriba la luz de su linterna frontal, los movimientos de la luz, mostraban una velocidad impresionante para escalar. Una condición física fuera de serie, estaba devorando la difícil y gélida montaña.
Era plena madrugada, y de forma inexplicable, la luz, que daba testimonio de los movimientos del escalador, comenzó a moverse en escuadra, ya no se dirigía a la cumbre. Así estuvo cerca de una hora, los escaladores ecuatorianos, subían muy lejos de la cumbre aún. Y no dejaban de preguntarse, el porqué de la misteriosa manera de escalar del europeo.
Más misterioso fue cuando, sus movimientos fueron de regreso hacia el lugar donde había estado, Se seguía moviendo además de manera vertiginosa, volvió nuevamente a escalar con dirección hacía la nube lenticular, que rodeaba la cumbre, bañada con la luz mortecina de la luna.
Tuve la oportunidad de visualizar este espectáculo cuando hice cumbre en 2001 en Chimbombazo, es algo increíble. Puede sonar a soberbia, pero hay que estar ahí, para apreciar semejante magnitud de belleza natural, de esos regalos que Dios nos da.
Cuando los ecuatorianos, ya con la luz del día había nevado copsiosamente en lo alto de la montaña, encontraron las huellas que el europeo, había dejado sobre la nieve; se podía distinguir perfectamente la ruta que había seguido en el último tramo del Chimborazo.
Ya en la cumbre, vino el ritual de felicidad y festejo por haber alcanzado la cumbre de la montaña más alta de Ecuador. La euforia los hizo olvidar momentáneamente al escalador europeo, hasta que alguien vio una mochila, que no pertenecía al grupo. Algo que no podré olvidar que me dijo el ecuatoriano: “Olía mucho a carne quemada”. Pero solo estaba la mochila, había destapado una botella de jugo de manzana, y algunos chocolates que estaban sobre el suelo nevado. Pensaron que quizás había alguna inesperada necesidad fisiológica. Pero en cumbre, es casi imposible ocultarse ya que no hay nada más arriba.
Comenzaron a gritarle, pensando en que también había podido caer, si uno resbalaba, se caen más de mil metros. El momento de alegría se convirtió en una preocupante pesadilla. No existían elementos para pensar en una caída. Después de dos horas de búsqueda, decidieron bajar, buscaron en su mochila algún documento. Jamás se supo de su paradero. Fue una desaparición misteriosa, que excitó la imaginación de los escaladores sudamericanos y que generó muchas historias en torno a la desaparición del desconocido alpinista. Muchas de ellas increíbles.
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