martes, 25 de febrero de 2020

DESDE EL AULA Julio Hernández Ramírez



Una llamada a la tía que cura


Dice la madre apesadumbrada: el niño está muy llorón, casi no duerme, come poco, parece que tiene cólicos, ya lo llevamos con el doctor pero la medicina no le hizo nada. “Hay que llamar a la tía Lucí”, dice la abuela resuelta. Con prontitud llega la tía Lucí, con un morral lleno de hiervas y frascos; es bajita, su cara redonda, sus ojos negros y profundos, su risa casi permanente que deja ver unos dientes agudos, le dan una fisonomía muy peculiar. Parece salida de una película de Drácula o de duendes y geniecillos. De inmediato pone manos a la obra, le cura el cuajo, lo cura de espanto, le truena el empacho y mastica unas hiervas que luego escupe en las coyunturas del infante, los talla, les receta un té de quien sabe qué cosa, lo importante es que el niño se compone.

Recomienda una estricta cuarentena que termina con un baño de agua caliente con hierbas y un enclaustramiento de tres días para evitar las corridas de aire. Explica que es para que luego no duela la cintura y los huesos, pero lo más importante para muchas parturientas, es que luego del puerperio no quedan “panzonas” y recuperan su figura original.

Son prácticas ancestrales transmitidas de generación a generación y que sin embargo existe el riesgo que se rompa la cadena de sucesión. Había una señora en la orduña que al fallecer ya no obtuvo remplazo. Las hubo en Tuzamapan, Nacaxtle, Pacho Nuevo, por citar algunos lugares. Todavía se les encuentra aunque cada vez son menos. Ojala no se pierda tan necesaria tradición, sobre todo en la actualidad en que cada vez se hacen más difícil contar con servicio médico y encontrar medicamentos.


Fracaso al descubierto

El asesinato de la pequeña Fátima, niña de tan solo 7 años de edad, en una alcaldía de la ciudad de México, si bien es uno de los muchos que día a día se comenten en nuestra lastimada nación, tocó fibras muy profundas en la sociedad Mexicana y el horror tuvo eco en el ámbito internacional.

La barbarie de este crimen deja al descubierto el socavamiento de la familia como base en la sociedad, la debilidad de las instituciones, la enorme brecha entre la sociedad y la autoridad, brecha que solo favorece al crimen, y la ausencia de estrategia con el consecuente fracaso en materia de seguridad, respecto de la cual de nada sirve la insistencia de que se atiende a las causas de fenómeno de la criminalidad, pues ello no es posible sin crecimiento económico.

La barita mágica no funcionó. La esperanza de que al día siguiente las cosas cambiaran para bien, hoy tan solo es desencanto. El discurso populista en el contraste con la realidad queda hecho girones. La película está vista y puede ser en cualquier momento, pero el final será catastrófico.

Ante la gravedad de los hechos, la ciudadanía sigue en espera de respuestas concretas y serias, que se correspondan con la embestidura de un Presidente de la República, ya no se diga de un hombre de Estado, porque las respuestas como: “fuchi, caca, eso calienta, me canso ganso, tengo otros datos, me dejaron un cochinero”, solo provocan la burla y el escarnio de la figura presidencial, que más allá de la persona, por lo que representa, debiera ser tratado con sumo respeto.


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