martes, 24 de marzo de 2020

EXPRESO CORTADO Gilberto Medina Casillas Llevados por la concupiscencia.- (Primera de dos partes)



La palabra concupiscencia es un cultismo que procede del latín ‘concupiscentia’ (codicia, ambición, también deseo ardiente de algo en general). ... La raíz de este verbo nos proporciona también la palabra codicia (de cupiditatis), y el nombre Cupido del dios romano del deseo amoroso - Filología.

“A fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad; a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor” - Biblia versión Reina Valera, Pedro: 2-7.

La concupiscencia la define el diccionario de la RAE como sigue: ‘En la moral católica, deseo de bienes terrenos y en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos’. La RAE lo significa como apetito desordenado, excesivo, compulsivo, al que se inclina la conducta humana en un acto de libre albedrío, cuya selectividad se orienta a lo indecente, al placer sin medida, a la incontinencia, al abuso de sexo, alcohol, drogas y manías obscenas.

El comentario de Pedro proporciona más luz a este concepto y lo categoriza como una causa, la cual es una falencia, una orientación del espíritu hacia la carnalidad que encuentra en la búsqueda y abuso de los placeres, para la propia satisfacción.

Entonces ya amarramos al concepto, formación psíquica; con el ámbito de lo que más tarde llamaríamos ‘mundo, demonio y carne’, los tres enemigos del hombre.

Lo que me ocupa es discernir dentro de la bruma moral, este concepto gatillo, idea disparadora que más adelante Sigmund Freud estableciera como la sexualidad: Motor de la conducta humana (‘y la sensibilidad material aparejada’, agregaría yo.)

Muchos acusaron a Freud de reduccionismo, de querer meter una paca de hilo en un salero.

Bueno, hasta aquí ya tenemos que la conscupiscencia es un desorden de los apetitos, los cuales se potencian para realizar conductas inapropiadas. Excesivas, patológicas, autodestructivas.

Y ya tenemos que el concepto está muy arraigado a la moral católica, de lo que da cuenta la RAE. Entonces debe tener efectos de pecado, pensamos que el exceso de apetitos nos lleva a conductas en pos de satisfactores carnales, ‘deseos desmedidos de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos’. Lo que nos trae a considerar cuáles son esos placeres deshonestos. Y más allá de la descripción, morbosa por necesidad, de estos; ¿en qué lugar del alma se originan? ¿Es la concupiscencia una semilla del diablo sembrada en nosotros en el nacimiento, como secuela del pecado original? ¿Y que nos impele a pecar, a sumergirnos en esos placeres deshonestos?

Ya que relacionamos al pecado original con el origen de la conscupiscencia cabe destacar en qué consistió el pecado. No es sólo la falta de obediencia y curiosidad mezclada en un jugoso licuado adolescente. El pecado fue el ‘conocer el bien y el mal’; el bien ya lo conocían, lo que percibieron como ‘conocen los dioses’ fue el mal. Cosa que les rompió el encanto.

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