Ciclos, conocimiento y educación.- Cayó la primera granizada en la zona, la tarde del pasado miércoles, luego de un intenso calor todo el mediodía. En pocos minutos el cielo se oscureció con negros nubarrones y luego un fuerte aguacero seguido de granizo y acompañado de truenos y relámpagos. Característico de esta temporada. Curiosamente luego de la tormenta, el cielo se despejó y la tarde continuó soleada. Los campesinos que saben predecir el clima, ya estaban en sus casas. Aprovecharon para rodear al viejo sabio, ese que se ha curtido con el tiempo y el trabajo, ese que ha sido testigo de muchas tempestades y de cielos despejados, ese que se forjó con azadón y machete, en la bigornia de la vida. Esta vez un tanto cabizbajo, les comenta que estará ausente un tiempo. A veces las ausencias son necesarias. Pero no se retira, solo no lo verán temporalmente. Sin dar más detalles, les comenta que, sin embargo, seguirá aportando indirectamente. Ante la mirada sorprendida de los compas, entra a su casa para regresar con varios libros diferentes, los cuales reparte indistintamente entre los presentes, haciendo la siguiente petición: “Miren, gran parte de lo que me han escuchado platicarles, además de mis vivencias, lo he sacado de los libros. Aquí está el conocimiento, aquí hay mucha información, aquí se dilucidan los grandes misterios, aquí está parte de mi vida. Les pido que los lean por separado y que cuando puedan se reúnan para compartir lo que hayan aprendido. Comenten, platiquen, pregunten, duden. La duda es el principio del conocimiento. Tampoco crean todo lo que lean, investiguen y analicen. Así alimentarán su acervo cultural. Y algo muy importante. Compartan lo que aprendan. No se lo queden porque entonces se pierde. Los libros que les entrego son diversos: poesía, leyendas, cuentos, literatura, ciencia, filosofía, historia, arte y mucho más. Aunque no lo crean, todo se conjuga. Los libros al igual que la mente, solo funcionan si se abren; por lo que les pido que les tomen cariño y ellos les darán el saber”… Con la mirada nostálgica, porque pareciera una despedida, los campesinos empezaron a entender la importancia del tiempo. Tantos años del viejo pero que los ha sabido aprovechar. Trabajo realizado con amor y entusiasmo. Forjar una familia en un marco de armonía, generoso con el prójimo, ayudando a quien lo necesita… y además le sobraba tiempo para leer de todo. Nunca le ha faltado un buen puro y buen trago. Y vivir de manera feliz. Ahora empiezan a comprender la filosofía de la vida, ese gusto por servir desde donde te toca cumplir tu misión… En eso estaban cuando el nigromante de los cafetales, les cuenta un famoso relato: “Iba un hombre caminando por el desierto, cuando oyó una voz que le dijo: levanta del suelo un puñado de piedritas, ponlos en tu bolsillo y mañana te sentirás, a la vez, triste y contento. Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de guijarros y se los metió en el bolsillo. A la mañana siguiente vio que los guijarros se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas. Y se sintió feliz y triste. Feliz, por haber cogido guijarros; triste, por no haber cogido más… Lo mismo ocurre con la educación…”… Y ya como corolario, haciendo un ademán de despedida, les da la siguiente indicación: “La siguiente vez, les pido que inicien platicando las leyendas de nuestra tierra. Ahí les dejo un libro de mi compa Millo Polanco donde hizo un compendio, que él escribió, de las leyendas que escuchaba desde niño, contadas por los abuelos y otros ancianos, y las juntó en un libro. Les van a interesar porque son relatos que se van olvidando y las nuevas generaciones deben conocerlas”… Acomodándose el sombrero en señal de respeto, los compas hacen el pacto de compartir y divulgar lo que aprendan, tal como lo ha hecho su mentor a lo largo de su vida…
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