lunes, 10 de mayo de 2021

FILOSOFÍA CLÁSICA - Miguel Mora

Estoicismo 



Hoy vamos a hablar de una de las corrientes filosóficas más influyentes de todos los tiempos: el estoicismo. Un movimiento que además no entiende de diferencias, ni de fronteras, ni de estratos sociales; en el que puedes encontrar desde las meditaciones de un emperador, como Marco Aurelio, hasta las reflexiones de un esclavo, Epicteto, y que ha llegado a permear nuestro mismo lenguaje en expresiones como “soportar las adversidades estoicamente”.


El estoicismo es una de las principales escuelas filosóficas fundada por Zenón de Citio, en la etapa final de la filosofía griega. El período helenístico con la muerte de Alejandro Magno en el año 323 antes de Cristo y la desintegración de su imperio. La inestabilidad social y política provocó tal ansiedad e inseguridad generalizadas que la filosofía que venía de su esplendor teórico y metafísico con Platón y Aristóteles tuvo que reinventarse.


Los filósofos dejaron atrás esas ambiciones teóricas metafísicas tan elevadas y se volcaron en la búsqueda de soluciones prácticas y morales para dar seguridad y estabilidad a la vida individual en tiempos de crisis. Estos movimientos, por tanto, ya no son simplemente sistemas filosóficos, sino modos de vida, en los que la teoría y la práctica se armonizan. Buscan ser una filosofía de vida. Y en este contexto de crisis surge el estoicismo, con el objetivo de dotar a las personas de una doctrina moral y unos marcos mentales que les ayuden a vivir en concordancia con el cosmos. Veamos dos de sus tesis principales. La primera es una tesis metafísica. Y es que para los estoicos existe una razón universal y divina que llena todas las cosas y que les infunde vida, orden, movimiento y sobretodo, racionalidad.


A esta razón la llamaron el “Logos” y la identificaron con la Divinidad. Dios es, pues, el Logos, la inteligencia que rige el universo de modo racional, guiando todo el cosmos siempre hacia lo mejor. De todos modos, tiene que entender que para los estoicos, este Logos no es una realidad trascendente al mundo que esté más allá del mundo, sino que es inmanente al mundo. Sería más bien el alma del mundo que fluye a través de la materia “como la miel a través de los panales”.


Tampoco es una realidad inmaterial e incorpórea, porque para los estoicos absolutamente todo lo que existe es cuerpo. Por tanto, identificaron al Logos, a Dios, con el elemento corpóreo más sutil, el fuego. Inspirándose en Heráclito, filósofo presocrático. Estamos, pues, ante una idea panteísta del cosmos en la que todo el universo es una especie de organismo vivo, gigantesco, con un alma racional. Es como si el cosmos entero fuera una especie de macro hombre, o al revés, como si el hombre fuera una especie de microcosmos.


Y de hecho, en sincronía con todo esto, pensaron que el alma del hombre era una partícula de este espíritu divino y que por eso era capaz de reconocerlo en la realidad. Sea como sea, la gran conclusión que los estoicos sacan de todo esto es que el mundo está estructurado u organizado racionalmente, ya que la disposición de la naturaleza y todas las cosas que suceden en el cosmos no son sino manifestación de la racionalidad divina que lo gobierna y lo penetra todo.


El cosmos, es por tanto una manifestación de la razón divina. Es una obra de arte divina, dispuesta en todo del modo más bello y mejor. Lo cual nos lleva a la segunda gran idea que quería destacar el modo estoico de vida, cuyo imperativo principal es vivir de acuerdo con la naturaleza. ¿Qué sentido tiene esto? Vivir en armonía con la naturaleza significa para el estoico amoldarse a lo que el Logos decide, confiando precisamente en que está decidiendo lo mejor. Lo racional. Si el hombre es un ser racional y el cosmos también, lo que tiene que hacer el hombre sabio, el estoico, es vivir de acuerdo con el cosmos, es decir, vivir de acuerdo con la razón que gobierna el cosmos, que rige los acontecimientos y no rebelarse contra ella.


En esta imagen del mundo, vivir contra la naturaleza, contra el Logos, equivale a vivir contra la razón, es decir, a dejar de vivir como un hombre. Ahora bien ¿qué significa concretamente para el estoico vivir de acuerdo con la naturaleza? Pues básicamente aceptar de buena manera todo lo que le ocurre, acatar sin rebelarse lo que el destino le depara. En otras palabras, el estoico se le pide que armonice, que ajuste sus deseos y sus acciones con la razón que gobierna el mundo y que se manifiesta en los acontecimientos. Si algo ocurre es porque el Logos lo quiere. Por tanto, no importa lo que pase, no importa que desgracias sobrevengan, porque el estoico sabe que todos son sucesos ordenados y previstos por el Logos. 



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