La simpatía nos mueve en muchas direcciones, queremos lo que nos gusta, nos gusta lo que empata con nuestra forma de ver las cosas, la cual puede proceder de una espontánea predilección, pero las más de las veces por una influencia determinada. El ser humano es gregario, lo que implica que, al igual que los changos, imite las conductas de sus semejantes. De este modo, se arman los colectivos, grupos de personas quienes comparten una afición.
Voy a tomar como ejemplo un colectivo cercano, los ‘Coates’, jaraneros ‘amateur’, quienes se juntan martes y jueves por la tarde en el jardín de la cafetería CASU, ubicada en la calle 5 de Mayo en la ciudad de Coatepec, Veracruz; y de una manera u otra intentan tocar canciones de son jarocho. Hacen su mejor intento, pero, lo disparejo de los participantes en cuanto a técnica de instrumentación, la rotación de miembros, hace que los llame ‘los asesinos del son jarocho’. Cosa que a ellos les importa un bledo, su afición les arrastra alegremente. Son persistentes y podemos decir que su entusiasmo es ejemplar.
Otro ejemplo, tomado de una experiencia de mi adolescencia. En el bosque de Chapultepec, en la Ciudad de México, hay un centro cultural muy viejo denominado Casa del Lago, el cual se ubica precisamente junto al lago de Chapultepec. En ese lugar, fundado en 1959, tras una cerca de malla ciclónica se extendía un jardín descuidado y se localizaba la casona, normalmente cerrada. Lo que quiero platicar, después de esta engorrosa introducción, es que, frente a la Casa del Lago, se colocaban mesas de madera y sillas, las cuales desde la mañana se iban llenando de tableros de ajedrez y ajedrecistas, con una gran afición. Mi papá y yo íbamos muy seguido, solamente a verlos jugar. Recuerdo los dichos que proferían como muletillas algunos de ellos, por ejemplo, un señor que apodaban ‘el Puebla’, solía decir en determinada jugada ¿a dónde va ese caballo? Otro tiraba diciendo ¿ora qué vas a hacer?; y así. Se les notaba la ansiedad controlada y el gusto por jugar, respetaban las reglas, eran amables entre ellos, unos verdaderos cofrades. En ocasiones llegaban a jugar maestros nacionales y alguna vez vi a Mario Campos, maestro internacional.
Estos dos ejemplos muestran la afición como un elemento de integración social, personas comparten su tiempo con el gusto de realizar una actividad que les agrada. En este contexto hay grupos que acuden a fiestas, a eventos deportivos, a conciertos, a museos y centros arqueológicos, van a acampar, o cazan, pescan, practican deporte, etcétera.
La afición nos lleva a un nivel de interés superior, las preferencias electivas. Los aficionados a las artes, deportes, diversos tipos de entretenimiento, suben su nivel de afición y adoptan una intensa preferencia por exponentes en las distintas actividades a las que son aficionados. Si se trata de fútbol, en México un grupo solidario prefiere al equipo Guadalajara, se alegra cuando gana y entristece si pierde, otros, se dice, ‘le van’ al América o al Cruz Azul o a la UNAM; y regionalmente se define esta conducta preferencial, la cual puede generar conflictos entre bandos, cosa común en los estadios, donde suelen armarse pleitos entre las ‘barras’ o ‘porras’ de equipos rivales.
Esta, llamémosla, afición desmedida, como vemos, crea bandos, a partir de una subjetividad descentrada que les impide a estos aficionados exacerbados juzgar claramente, su parcialidad domina su juicio. Cuando un aficionado exacerbado sube a otro nivel, se convierte en un fanático. Aquí el grado de convencimiento toma un carís totalmente desprovisto de análisis, juicio crítico y objetividad, trastocados estos por intolerancia y necedad.
Para explicarlo voy a tomar dos ejemplos de órdenes distintos, uno es la religiosidad, el fanatismo conlleva la descalificación de quien no piensa como tú, el fanático desprecia, minimiza, aborrece a quien profesa una fe distinta. Dos ejemplos harto dramáticos:
- La guerra santa (cristianos contra musulmanes) en los siglos IX, X y XI de la era corriente, en la llamada ‘tierra santa’, unos a otros se llamaban ‘infieles’.
- La lucha entre católicos y protestantes, que se evidenció en la matanza de San Bartolomé en París, en la cual fueron asesinados los hugonotes (protestantes calvinistas) en 1572, en París. Más de 4,000 fueron asesinados el día 23 de agosto y 20,000 más en los días siguientes.
El fanatismo descentra, enajena, crea alienados que reaccionan como una masa desconcienciada y son capaces de cualquier cosa, ellos son manipulables por quienes se erigen como sus líderes, profetas o príncipes.
Además del fanatismo religioso, cuyos efectos sangrientos son horripilantes, hay otro fanatismo de graves consecuencias, que normalmente funciona dividiendo a la sociedad y puede llevar a crisis que pueden derivar en movilizaciones, protestas y eventualmente, en enfrentamientos sangrientos. Me refiero al fanatismo ideológico inducido por políticos, quienes controlan partes de la sociedad y las mueven para su beneficio; algunos pensando en reivindicaciones se muestran como convencidos ellos mismos y persuaden a sus seguidores, convirtiéndolos en seguidores, votantes y luego en carne de cañón. Mussolini y Hitler son los mayores exponentes del fascismo, expresión concreta de manejo antes descrito.
Ejemplos actuales, solamente mencionaré los nombres de países, donde oligarquías disfrazadas de izquierda, dominan ideológicamente, induciendo, para crear fanáticos: proclamas, cargadas de principios y valores correspondientes a la mentalidad alienada que desean crear en la población. Luego, con la fuerza pública, dominan sus países, combatiendo la disidencia. Myanmar, Cuba, Venezuela, Nicaragua; son muy buenos ejemplos. (Estados policiacos.)
Lo que está en juego con el fanatismo tanto político como religioso, es, sencillamente, la libertad de pensamiento, la autonomía de las ideas, el criterio y el libre albedrío.
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