lunes, 21 de agosto de 2017



DESDE EL AULA


Corre el año de 1994. Curso el octavo semestre de la carrera de profesor de educación primaria en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen. De última hora se nos hace saber que para acceder a una plaza deberíamos acreditar un examen con contenidos del mapa curricular de toda la carrera; no sé qué resortes ocultos se activaron, el caso es que al interior de la escuela se forman dos grupos de alumnos, los que estaban a favor del examen y los que nos oponíamos al mismo. Siempre llamó la atención que quienes tenían un menor rendimiento escolar eran los que admitían dicha evaluación.


Se acuerda tomar las instalaciones de la institución para defender el derecho a la plaza para todos. En la madrugada nos convocan a una reunión informativa y ahí veo por primera vez a la profesora Acela Servín Murrieta, quien transmitiendo confianza y energía, orienta y anima sumada a la causa estudiantil. Resultado: se conjura la aplicación del examen.

El día que me fue asignada mi plaza, fue el mismo en que pasé a formar parte de la militancia del SETSE. Con el tiempo tuve el privilegio de trabajar al lado de la profesora Acela Servín Murrieta, lo que me permitió constatar que es una mujer extraordinaria, con una recia personalidad y un carácter enérgico y disparejo, pero también con un corazón generoso y un acendrado sentido de la empatía.  Poseedora de una memoria privilegiada, el acuerdo que con ella se establecía llevaba endosada la garantía de su cumplimiento. Si se le habla claro y con la verdad no deja a nadie “colgado de la brocha”, pero no tolera la mentira, atributos suyos que le han valido consolidar un liderazgo vigoroso y genuino a lo largo de 55 años.

Fue pionera en la lucha porque las mujeres trabajadoras en el ramo educativo recibieran de parte de funcionarios y representantes sindicales un trato digno y respetuoso. Muchas veces la acompañé a las sesiones del Consejo Directivo del Instituto de Pensiones del Estado, por lo que me consta la defensa férrea que siempre libró en favor de tan noble institución, muchas veces, sola. En las postrimerías de la administración de gobierno de Fidel Herrera Beltrán, un funcionario de la Sefiplán, hoy prófugo por cierto, me comentó que en el Consejo Directivo del IPE, le resultaba insoportable la posición de la maestra Acela, le repliqué que sin el freno del ella y los consejeros representantes de los trabajadores, “ustedes ya hubieran acabado con el IPE”.

Siempre ha sido blanco de numerosas críticas. Hay quienes dicen que en su personalidad y trayectoria hay claroscuros. A nadie debe extrañar, es parte de la naturaleza humana, pero en su caso, en el balance prevalece con mucho lo positivo sobre lo negativo, finalmente nadie es perfecto. José Martí, lo apunta de manera magistral y bella cuando dice: “Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.

Soy un hombre agradecido. Guardo prudente distancia que de ninguna manera trastoca el reconocimiento y la gratitud. Me quedo con lo bueno, lo demás, lo dejo para aquellos que al carecer de luz propia para brillar o talento para destacar, pretenden inútilmente, escalar sobre las espaldas de los demás.

La celebración del 55 aniversario de la fundación del SETSE, ha provocado diversas reacciones, de reconocimiento algunas, pero también ácidas críticas. Más allá de las lecturas, hay un hecho innegable: fue un evento exitoso.


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