DESDE
EL AULA
Corre
el año de 1994. Curso el octavo semestre de la carrera de profesor de educación
primaria en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana Enrique C. Rébsamen. De
última hora se nos hace saber que para acceder a una plaza deberíamos acreditar
un examen con contenidos del mapa curricular de toda la carrera; no sé qué
resortes ocultos se activaron, el caso es que al interior de la escuela se
forman dos grupos de alumnos, los que estaban a favor del examen y los que nos
oponíamos al mismo. Siempre llamó la atención que quienes tenían un menor
rendimiento escolar eran los que admitían dicha evaluación.
Se
acuerda tomar las instalaciones de la institución para defender el derecho a la
plaza para todos. En la madrugada nos convocan a una reunión informativa y ahí
veo por primera vez a la profesora Acela Servín Murrieta, quien transmitiendo
confianza y energía, orienta y anima sumada a la causa estudiantil. Resultado: se
conjura la aplicación del examen.
El
día que me fue asignada mi plaza, fue el mismo en que pasé a formar parte de la
militancia del SETSE. Con el tiempo tuve el privilegio de trabajar al lado de
la profesora Acela Servín Murrieta, lo que me permitió constatar que es una
mujer extraordinaria, con una recia personalidad y un carácter enérgico y
disparejo, pero también con un corazón generoso y un acendrado sentido de la
empatía. Poseedora de una memoria
privilegiada, el acuerdo que con ella se establecía llevaba endosada la
garantía de su cumplimiento. Si se le habla claro y con la verdad no deja a
nadie “colgado de la brocha”, pero no tolera la mentira, atributos suyos que le
han valido consolidar un liderazgo vigoroso y genuino a lo largo de 55 años.
Fue
pionera en la lucha porque las mujeres trabajadoras en el ramo educativo
recibieran de parte de funcionarios y representantes sindicales un trato digno
y respetuoso. Muchas veces la acompañé a las sesiones del Consejo Directivo del
Instituto de Pensiones del Estado, por lo que me consta la defensa férrea que
siempre libró en favor de tan noble institución, muchas veces, sola. En las
postrimerías de la administración de gobierno de Fidel Herrera Beltrán, un
funcionario de la Sefiplán, hoy prófugo por cierto, me comentó que en el Consejo
Directivo del IPE, le resultaba insoportable la posición de la maestra Acela,
le repliqué que sin el freno del ella y los consejeros representantes de los
trabajadores, “ustedes ya hubieran acabado con el IPE”.
Siempre
ha sido blanco de numerosas críticas. Hay quienes dicen que en su personalidad
y trayectoria hay claroscuros. A nadie debe extrañar, es parte de la naturaleza
humana, pero en su caso, en el balance prevalece con mucho lo positivo sobre lo
negativo, finalmente nadie es perfecto. José Martí, lo apunta de manera magistral
y bella cuando dice: “Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol. El
sol quema con la misma luz que calienta. El sol tiene manchas. Los desagradecidos
no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz”.
Soy
un hombre agradecido. Guardo prudente distancia que de ninguna manera trastoca
el reconocimiento y la gratitud. Me quedo con lo bueno, lo demás, lo dejo para
aquellos que al carecer de luz propia para brillar o talento para destacar,
pretenden inútilmente, escalar sobre las espaldas de los demás.
La
celebración del 55 aniversario de la fundación del SETSE, ha provocado diversas
reacciones, de reconocimiento algunas, pero también ácidas críticas. Más allá
de las lecturas, hay un hecho innegable: fue un evento exitoso.
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