DESDE
LA FINCA
Cuando el sol se oscurece.- Bajo
los calorones, todavía de la canícula, el nieto del viejo cortador lo acompaña
por última vez recorriendo la melga, ya que el lunes entra de nuevo a clases y ya
no podrá dedicarle las mañanas como lo hizo en vacaciones. El chiquitillo
reconoce que aprendió mucho con el viejo sabio curtido por el tiempo y el
trabajo, pues sabe que su conocimiento viene de la experiencia y de las
vivencias en esta tierra bendita de café, naranjas y jinicuiles. Lo ve
pensativo y no duda en cuestionarle el
motivo.
El parsimonioso campesino explica: “El lunes hay eclipse. Cuando
yo tenía tu edad nos asustaba el cuchicheo de las mujeres y la preocupación de
los hombres, se pensaba que estos fenómenos eran de malagüero y traían malas
rachas. A las mujeres preñadas se les hacía que se amarraran un listón rojo en
la panza para evitar que el chamaco saliera cucho. Se creía que traería
tormentas, sequías o inundaciones. A los árboles frutales se les amarraba un
moño rojo para que no se pasmara la fruta. A la hora de la oscurana no debías
señalar la luna porque te salían verrugas o te traía mala suerte. El último que
recuerdo es el de 1991, ese sí oscureció todo en esta zona por unos minutos,
hasta las gallinas se fueron a dormir a medio día y las mujeres pusieron las
tijeras en forma de cruz debajo de la almohada o atrás de la puerta. Había
quienes quemaban palma bendita. O´ra ya entendemos más que es un fenómeno
natural pero no deja de causar desconcierto y encanto”. Le explicó también que
muchas culturas prehispánicas tenían el conocimiento para predecir con
exactitud cuándo iban a ocurrir estos fenómenos, los cuales también eran un
referente para la siembra y la agricultura en general. “Por si las dudas te
echas un puño de llaves en las bolsas cuando te vayas a la escuela no sea que
te valla a azonzar la luna cuando se interpone entre la Tierra y el sol”
De gastos y otras mermas.- Ya
de regreso al jacal el chilpayate le comenta al abuelo que su mamá anda preocupada
por la gran cantidad de gastos que hay que hacer para el regreso a clases. Que
uniformes, que zapatos, que tenis, que la lista de útiles escolares, que la
cuota a la sociedad de padres y que material de limpieza, que la verdá es mucho
para una familia que vive del jornal. El viejo campesino sin aparentar sorpresa
y con todo aplomo le explica: “Mira mijo, cierto que es un gasto al principio
del año escolar, pero lo vale. Los uniformes y los zapatos te duran, si los
cuidas. Las cuotas son necesarias para el mantenimiento del plantel. Aunque es
obligación del gobierno, no lo hace y entonces son los padres los que han
mantenido la escuela en buenas condiciones. La educación merece esfuerzo y es
cierto que hacemos un sacrificio, pero será bien recompensado si tu aprovechas
la educación que los maestros te frecen. Eso te corresponde a ti, no nos
defraudes, échale ganas y sé un buen alumno. Tú tienes que superarte estudiando
para que tengas un mejor futuro y no te quedes como nosotros, solamente a vivir
del campo, que si bien es una bendición, pero a la larga se va haciendo menos
redituable. Tú debes buscar nuevos horizontes pero para eso se necesita
preparación”. El chiquillo solo pudo asentir con la cabeza, ya que como
siempre, el viejo tenía razón.
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