DESDE
EL AULA
Sismos: de culpas y
remordimientos. De causas y efectos.-
Registro en mi memoria con mucha nitidez, los domingos
a las 10 de la mañana mi madre me mandaba al catecismo en la “sala de guarda”
anexa a la iglesia de mi pueblo, Bella Esperanza. La catequista llena de bondad
y buena fe, pero con poco saber, “iluminada” por la cartilla del jesuita padre
Jerónimo Martínez de Ripalda, sembraba en mi mente infantil, en vez de amor a
Dios, profundo y reverencial temor; a más de los dogmas, repetía una y otra
vez, con cierto sadismo, que los temblores de tierra los mandaba Dios como
castigo por nuestros malos comportamientos.
El
recuerdo irrumpe en la conciencia de mi mente, porque a raíz de los sismos que
recientemente han estremecido al país, siendo tema de conversación obligada, dejan
oir las más diversas voces que señalan diferentes causas a estos catastróficos
movimientos telúricos. Hay opiniones coincidentes con el pensamiento de mi
antigua catequista; otros sostienen que son el resultado de los ensayos nucleares
realizados por Corea del Norte; algunas más afirman que son provocados por la
perversidad de “grupos satánicos” que controlan no solo el orden mundial sino
las fuerzas naturales; sin soslayar a quienes afirman convencidos que la causa
se encuentra en el cambio climático, que a su vez se agudiza por el deterioro
al medio ambiente que nuestra inconciencia provoca. Lo cierto es que los sismos
que resultan del reacomodo de las capas geológicas, tienen una explicación
científica que va más allá de creencias y suposiciones, creencias que pueden
ser respetadas aunque no compartidas. Sin duda, la ocasión da para reflexionar
sobre nuestra vulnerabilidad y para revisar prácticas y comportamientos
propios.
Independientemente
de las causas, los efectos de estos fenómenos naturales han sido devastadores y
ponen de relieve cuando menos dos realidades:
- La
fortaleza de las instituciones del estado mexicano, pues pese a las calamidades
México se encuentra de pie, mostrándose ante el mundo como lo que es, un país
maravillosos del cual debemos sentirnos profundamente orgullosos, para luego
estar en el ánimo de dar el extra desde nuestra trinchera, cualquiera que esta
sea.
- La
fortaleza y capacidad de nuestra gente, la generosidad del pueblo que con
admirable empatía se manifiesta singularmente solidario y dispuesto hasta el
sacrificio. Conste, dije pueblo, no sociedad civil.
Como las moscas o por si las
moscas.-
Otra
de mi amigo el albañil hoy predicador. Hace algunos años dejó a su esposa. Cuan
mozalbete juvenil se alejó del hogar reclamando libertad. Se buscó a otra compañera,
más joven, menos agraciada, pero ardiente como un sol de canícula, decía él,
mismo que con vehemencia cubría el apostolado de dar pláticas de orientación
matrimonial, claro, en iglesias de pueblos aledaños.
Como
era de esperarse, un día voló la paloma ardiente y mi amigo se quedó como “el
perro de las dos tortas”. En esas condiciones, recibe la visita exprofeso de
una de sus sobrinas que le dice: “Tío, tengo algo que decirte pero no me atrevo”.
Dime lo que sea, le responde. “Es que tu chaparra anda con “fulano” el de
Alborada”. Hace oír su característica carcajada para luego ponerse serio antes
de decir: “No te preocupes, no me sorprende porque ella es como las moscas, los
mismo le da posar sobre el estiércol que sobre un pastel”. Suelta otra
escandalosa carcajada.
¿Mucha
autoestima o cuestión de actitud?
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