lunes, 25 de septiembre de 2017

DESDE LA FINCA


Cuando la tierra se sacude.- Justo a la hora acostumbrada de hacer el “rancho”, cuando se disponían a sacar el bastimento del morral, cuando la lumbre ya chirriaba esperando el comal donde se calientan las enchiladas y los tacos de frijoles, el viejo cortador pensó que el primer trago de su inseparable aguardiente le había hecho un efecto de “patada de mula” porque sintió que todo se le movía. Una de las mujeres que portaba un chilpayate a la espalda con un rebozo gritó: “Ave maría Purísima, está temblando”. Eran la una y cuarto cuando con expresión de sorpresa y miedo, sentían los empellones de la tierra.
Fueron escasos 2 minutos de silencio y zozobra. En la finca solo se siente un zumbido sordo bajo el suelo y como si alguien sacudiera las matas de café, pero no hay los ruidos que se escuchan en la ciudad del crujir de paredes, vidrios, puertas o láminas. Como gente de fe, la mayoría elevó una oración pidiendo porque no fuera grave y no trajera consecuencias. Una vez que pasó el susto, desde la loma observaron las casas del pueblo las cuales estaban intactas. A los pocos minutos llegaron corriendo los niños que fueron evacuados de la primaria y fueron a buscar a la finca a sus padres y abuelos. Confirmaban que todos estaban bien. La llegada de los niños y la lumbre en su punto, reunieron a todos para compartir el bastimento ya con la calma recuperada. Con los abrazos y las anécdotas se olvidó el susto y la comida se convirtió en amena charla. El viejo cortador luego de que se percató que no era el efecto del trago, con su calma característica, reflexionó en voz alta: “No somos nada. Ante el poder de la naturaleza no nos queda más que inclinarnos y encomendarnos a Dios. No importa si eres rico o pobre, feliz o desgraciado, joven o viejo. Los fenómenos naturales no son considerados. Se llevan todo. Lo hemos viso con las inundaciones, los huracanes y los temblores. Son parte de la naturaleza. La tierra está viva, es generosa y nos otorga todo lo necesario para vivir. Pero como todo ser vivo, a veces hace muinas y se sacude, o se rasca, o se asea. Suspira, se duele o eructa. Se acomoda o se estremece. Pero siempre se renueva. Dolida por el daño que le ocasionamos, se está calentando. Su piel necesita la protección que le dan los árboles y se los hemos ido quitando. Ahí tán las consecuencias”. Los jóvenes cortadores y los niños que no entendieron su perorata, hasta que regresaron a sus casas y oyeron por la radio o vieron por la tele la devastación que causó el poderoso sismo que sacudió el centro del país, destrozando calles y edificios y dejando cientos de muertos y desaparecidos. Dieron gracias a Dios porque en esta zona no pasó a mayores. Una vez más comprobaron que el sabio anciano tenía razón. Ante a naturaleza no hay antídoto. Así como da, quita. Con miedo escucharon que se anuncia otro fuerte temblor. Fueron a consultar al viejo que ya medio dormido por el efecto de su alipús, solo pudo refunfuñar de mal modo: “No sean pendejos. Eso no se puede predecir. No caigan en las mentiras de gente ignorante. Si se pudiera, no habría las catástrofes en todo el mundo. Dejen de estar jodiendo”.  Contentos por la regañada pero sobre todo por la lección, se dispusieron a descansar, no sin antes elevar una oración por los hermanos fallecidos en el sismo y rogar por la pronta resignación de los deudos. Hoy les tocó a ellos. Mañana no sabemos…

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