EDITORIAL
Este
lunes 20 de noviembre celebramos un aniversario más de la Revolución Mexicana de
1910. Debemos recordar que no es solo motivo para un puente vacacional, o para
un desfile escolar; sino que fue un gran movimiento social que dejó cerca de un
millón de mexicanos muertos, en el que se jugaba el destino de una nación.
Pareciera que actualmente olvidamos para qué se emprendió
México
se enfrascó en una cruenta lucha por la libertad, la democracia y la justicia
social. Terminaba la dictadura del General Porfirio Díaz que bajo el lema
“orden y progreso”, condujo al país hacia una modernidad a la que la mayoría de
los mexicanos no podían acceder. En medio de esa condición de injusticias, se
incubó la lucha por un México justo.
Tras
la revolución, México se consolidó como república, basada en un sistema fuerte,
sostenido por instituciones que le han dado al país, orden, viabilidad,
sustentabilidad, modernidad y progreso. Una república que con los años ha
avanzado en materia democrática, aunque aún queda mucho por avanzar. Sin duda
es un país donde el Estado de Derecho motiva los esfuerzos cotidianos de todo
el sistema y significa una demanda permanente de los ciudadanos.
Sin
embargo, el país atraviesa por un conflicto permanente, pues el sistema
político se ha corrompido y el problema es que el pueblo pareciera indiferente
a ese mal endémico. A pesar de la Revolución, a México le sigue doliendo su
gran corrupción, su gran injusticia, su enorme desigualdad social, su dantesca
lucha criminal y el no poder vencer los prejuicios que impiden proveer a todos
los ciudadanos de sus derechos humanos. Le duele la forma en la que es
gobernado por grupos políticos que piden el voto para saciar su ambición de
poder y de dinero. Le duele la impunidad, le duele el cinismo de una clase
política que en su mayoría usa al pueblo y a los más desprotegidos para saciar
su sed de poder.
El
país está preso de intereses económicos que lo secuestran y lo manipulan. Está
siendo saqueado por la delincuencia organizada desde el poder. por gobernadores
que desviaron más de 100 mil millones de pesos para su peculio. Y no pasa nada.
Las
cosas están mal en la nación. El campo dejó de producir los alimentos que los
mexicanos consumimos. Ahora es más barato comprarlos que producirlos. Estamos
infestados de comercios de comida chatarra, de medicinas milagrosas y de
tiendas de conveniencia, cuyas ganancias no se quedan en el país.
A
107 años de haber iniciado la gran Revolución, México ha vuelto a quedar
postrado ante las injusticias sociales. Los pobres en México rebasan la cifra
de 50 millones, y los que viven en extrema pobreza, son más de 11 millones. En
contraste, el 1% de la población concentra el 43% de la riqueza. Las
condiciones son parecidas a aquellas épocas.
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