miércoles, 22 de noviembre de 2017

EDITORIAL

Este lunes 20 de noviembre celebramos un aniversario más de la Revolución Mexicana de 1910. Debemos recordar que no es solo motivo para un puente vacacional, o para un desfile escolar; sino que fue un gran movimiento social que dejó cerca de un millón de mexicanos muertos, en el que se jugaba el destino de una nación. Pareciera que actualmente olvidamos para qué se emprendió


México se enfrascó en una cruenta lucha por la libertad, la democracia y la justicia social. Terminaba la dictadura del General Porfirio Díaz que bajo el lema “orden y progreso”, condujo al país hacia una modernidad a la que la mayoría de los mexicanos no podían acceder. En medio de esa condición de injusticias, se incubó la lucha por un México justo.

Tras la revolución, México se consolidó como república, basada en un sistema fuerte, sostenido por instituciones que le han dado al país, orden, viabilidad, sustentabilidad, modernidad y progreso. Una república que con los años ha avanzado en materia democrática, aunque aún queda mucho por avanzar. Sin duda es un país donde el Estado de Derecho motiva los esfuerzos cotidianos de todo el sistema y significa una demanda permanente de los ciudadanos.

Sin embargo, el país atraviesa por un conflicto permanente, pues el sistema político se ha corrompido y el problema es que el pueblo pareciera indiferente a ese mal endémico. A pesar de la Revolución, a México le sigue doliendo su gran corrupción, su gran injusticia, su enorme desigualdad social, su dantesca lucha criminal y el no poder vencer los prejuicios que impiden proveer a todos los ciudadanos de sus derechos humanos. Le duele la forma en la que es gobernado por grupos políticos que piden el voto para saciar su ambición de poder y de dinero. Le duele la impunidad, le duele el cinismo de una clase política que en su mayoría usa al pueblo y a los más desprotegidos para saciar su sed de poder.

El país está preso de intereses económicos que lo secuestran y lo manipulan. Está siendo saqueado por la delincuencia organizada desde el poder. por gobernadores que desviaron más de 100 mil millones de pesos para su peculio. Y no pasa nada.

Las cosas están mal en la nación. El campo dejó de producir los alimentos que los mexicanos consumimos. Ahora es más barato comprarlos que producirlos. Estamos infestados de comercios de comida chatarra, de medicinas milagrosas y de tiendas de conveniencia, cuyas ganancias no se quedan en el país.

A 107 años de haber iniciado la gran Revolución, México ha vuelto a quedar postrado ante las injusticias sociales. Los pobres en México rebasan la cifra de 50 millones, y los que viven en extrema pobreza, son más de 11 millones. En contraste, el 1% de la población concentra el 43% de la riqueza. Las condiciones son parecidas a aquellas épocas.

La reflexión nos debe conducir a asumir una actitud responsable, decidida, firme, frente a esta deplorable condición social, agravada por los intereses políticos, económicos y sociales de aquellos que ven al país como botín.

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