Cerca
del Cielo.
Por:
José Ramón Flores Viveros.
Una
Historia de Terror
Antes de hablar
escucha… Antes de escribir piensa… Antes de gastar gana… Antes de juzgar
espera… Antes de renunciar intenta…
Esto
me lo platico Héctor Ponce de León, alpinista internacional mexicano. Ha subido
tres veces el Everest. Mi hijo próximamente intentara subir el Pico de Orizaba
y buscando un consejo, le platique esta historia espeluznante, no con el afán
de generarle pánico, sino mucho respeto por la montaña. Respeto que se debe de
entender con hacer una preparación física impecable, cero fiestas y desvelos,
porque la indisciplina, estando ya en la montaña, puede costar muy caro. Los
accidentes existen, es una realidad, lo inesperado, pero muchas de las veces es
consecuencia de negligencia.
Héctor,
ya hace algunos años, se encontraba subiendo el volcán más alto del país. Por
delante dos alpinistas de nacionalidad europea hacían lo mismo. “Supe que eran
hermanos, uno de ellos muy alto como 1.90 cm de estatura y un tanto pesado, el
otro más delgado y de menor estatura”. “Había algo raro en la forma en que
cortaban la pronunciada pendiente, algo no estaba bien, estábamos a la mitad
del volcán. Repentinamente el europeo más alto –todo ocurrió en
segundos-resbalo y comenzó primero a rodar hacia donde yo me encontraba, como a
40 metros- casi me pasa arrollando, golpeaba la blanca superficie por momentos,
y salía volando 30 metros y así sucesivamente, hasta que lo perdí de vista”.
“Subí
a calmar al hermano que gritaba de manera desesperada y sin control, no fue
fácil tranquilizarlo, de inmediato comencé a descender, no tenía ni idea donde
había caído y recuerdo que me fui guiando por rastros de piel y sangre que
habían quedado adheridos en la nieve”.
“Finalmente
pude ubicar al desdichado alpinista”. Recuerdo que en este punto del relato, interrumpí
a Héctor y le pregunte, “Seguramente estaba muerto”, a lo que él me contesto. “No
Ramón, pero más le hubiera valido estar muerto”. “Tenía la columna vertebral
hecha una pelota en la espalda, y se
estaba ahogando con su propia sangre”. Esta historia no terminó aquí, ya que Héctor
después de meterlo en una bolsa de dormir, lo dejó en compañía de su hermano y
bajó en tiempo record corriendo hasta Tlachichuca. Tocando en cuanta puerta
veía y les decía, les gritaba, que algo muy grave había ocurrido en el glaciar
del volcán. Se formó un grupo de rescate, sin embargo, cuando llegaron a Piedra
Grande ya había oscurecido, y decidieron salir hasta la madrugada del día siguiente.
Héctor subió nuevamente hasta donde había dejado a los europeos, el accidentado
murió finalmente a las 5 de la mañana después de una cruel agonía. Héctor
incluso tuvo que ir a declarar posteriormente al ministerio público. Estos
muchachos europeos es un hecho que cometieron errores y omisiones que al final
fueron determinantes en esta tragedia.
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