miércoles, 22 de noviembre de 2017

Cerca del Cielo.
Por: José Ramón Flores Viveros.

Una Historia de Terror

Antes de hablar escucha… Antes de escribir piensa… Antes de gastar gana… Antes de juzgar espera… Antes de renunciar intenta…

Esto me lo platico Héctor Ponce de León, alpinista internacional mexicano. Ha subido tres veces el Everest. Mi hijo próximamente intentara subir el Pico de Orizaba y buscando un consejo, le platique esta historia espeluznante, no con el afán de generarle pánico, sino mucho respeto por la montaña. Respeto que se debe de entender con hacer una preparación física impecable, cero fiestas y desvelos, porque la indisciplina, estando ya en la montaña, puede costar muy caro. Los accidentes existen, es una realidad, lo inesperado, pero muchas de las veces es consecuencia de negligencia.


Héctor, ya hace algunos años, se encontraba subiendo el volcán más alto del país. Por delante dos alpinistas de nacionalidad europea hacían lo mismo. “Supe que eran hermanos, uno de ellos muy alto como 1.90 cm de estatura y un tanto pesado, el otro más delgado y de menor estatura”. “Había algo raro en la forma en que cortaban la pronunciada pendiente, algo no estaba bien, estábamos a la mitad del volcán. Repentinamente el europeo más alto –todo ocurrió en segundos-resbalo y comenzó primero a rodar hacia donde yo me encontraba, como a 40 metros- casi me pasa arrollando, golpeaba la blanca superficie por momentos, y salía volando 30 metros y así sucesivamente, hasta que lo perdí de vista”.

“Subí a calmar al hermano que gritaba de manera desesperada y sin control, no fue fácil tranquilizarlo, de inmediato comencé a descender, no tenía ni idea donde había caído y recuerdo que me fui guiando por rastros de piel y sangre que habían quedado adheridos en la nieve”.

“Finalmente pude ubicar al desdichado alpinista”. Recuerdo que en este punto del relato, interrumpí a Héctor y le pregunte, “Seguramente estaba muerto”, a lo que él me contesto. “No Ramón, pero más le hubiera valido estar muerto”. “Tenía la columna vertebral hecha una pelota en la espalda, y  se estaba ahogando con su propia sangre”. Esta historia no terminó aquí, ya que Héctor después de meterlo en una bolsa de dormir, lo dejó en compañía de su hermano y bajó en tiempo record corriendo hasta Tlachichuca. Tocando en cuanta puerta veía y les decía, les gritaba, que algo muy grave había ocurrido en el glaciar del volcán. Se formó un grupo de rescate, sin embargo, cuando llegaron a Piedra Grande ya había oscurecido, y decidieron salir hasta la madrugada del día siguiente. Héctor subió nuevamente hasta donde había dejado a los europeos, el accidentado murió finalmente a las 5 de la mañana después de una cruel agonía. Héctor incluso tuvo que ir a declarar posteriormente al ministerio público. Estos muchachos europeos es un hecho que cometieron errores y omisiones que al final fueron determinantes en esta tragedia.

La montaña no mata a nadie deliberadamente. Una avalancha podría ser considerada un factor de riesgo, imposible de poder prever. Esta podría ser una de las excepciones a la regla. Casi todo lo demás es cuestión de prudencia, preparación y miedo. El miedo es un factor -aunque parezca contradictorio- de prevención. Andrés Delgado era muy meticuloso cuando subía guiando a sus grupos. Era un estudioso de la montaña, de sus condiciones y posibles vías de escape. Muchas veces de manera abrupta decidía bajar con su gente, abortando el ascenso. Atendiendo a la intuición. Héctor es un hombre bueno, que no dudó en ayudar a quienes ni conocía, la bondad y la compasión por quien ni se conoce, surgen en lo alto.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario