martes, 26 de diciembre de 2017

DESDE EL AULA

DESDE EL AULA

En nuestro sociedad, la ausencia de un pensamiento crítico es una de las principales causas de que en los diversos contextos de la realidad cotidiana, ya se el hogar, la calle, el barrio, los centros de trabajo, etc., no haya lugar para las prácticas democráticas, y no me refiero a los partidos políticos y a los sindicatos por ser, paradójicamente, los entes donde se promueven los proceso más antidemocráticos y no pocas veces, revestidos de corrupción.

Renegar de nuestros orígenes y desconocer nuestra propia historia, además de que inevitablemente nos lleva a incurrir en los mismos errores, desdibuja nuestra identidad y lastima nuestros sentimientos de dignidad.

Una mirada retrospectiva a partir del México post revolucionario nos permite constatar que la realidad prevaleciente era la de revueltas y asonadas, donde los caudillos militares con una mirada absolutamente local, defendiendo intereses facciosos, emergiendo aquí y allá, siempre dispuestos al golpe y a la traición, pero sin una idea de nación y sin un propósito definido de encabezar un gobierno nacional. Si bien había contiendas presidenciales, éstas se definían mediante una estrategia militar que dependía del número de soldados y cantidad de armas y municiones de que se disponía, pero no de un programa electoral, y en estas condiciones la pasificación del país y el desarrollo económico, resultaban sencillamente impensables.

La fundación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) que aglutinó a los principales caudillos en torno al liderazgo de Plutarco Elías Calles y que luego evolucionó al Partido de la Revolución Mexicana (PRM) bajo el régimen del general Lázaro Cárdenas del Río, para luego convertirse en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) siendo presidente de la república Miguel Alemán Valdés, hizo posible la pasificación del país, se fundaron las grandes instituciones sobre las cuales se edificó el México moderno y se tuvo el enorme mérito de haber llevado a los militares a los cuarteles y ponerlos bajo un mando supremo de naturaleza civil, condiciones todas que propiciaron un desarrollo económico que por sus logros se denominó el “Milagro mexicano” el cual mereció el reconocimiento internacional al grado de concederle a nuestro país la sede y organización de las olimpiadas de 1968, las cuales fueron estigmatizadas por la brutal e inútil represión al movimiento estudiantil, cuyas demandas eran absolutamente atendibles. El gobierno autoritario optó por la intransigencia asesina, con la cual constituyó un parte aguas en la historia patria y trazó la ruta inevitable hacia la alternancia que llega con el tercer milenio.

Lo someramente expuesto es suficiente para dar cuenta de los importantes aportes que el Partido Revolucionario Institucional ha hecho a la nación. Renegar de él, satanizarlo bajo una óptica que solo visualice lo blanco y lo negro, además de significar un simplismo inadmisible, denota un absurdo maniqueísmo que imposibilita una reflexión crítica, objetiva y justa. Es cierto, arrastra un profundo desgaste derivado de ejercicios prolongados de poder; hay quienes bajo sus siglas han incurrido en oprobiosos abusos, pero conserva militancia, presencia y programa. Los réquiems pueden esperar.

El nobel Octavio Paz, señala como virtudes del PRI, el haber puesto a las fuerzas armadas bajo un mando civil y en los cuarteles con facultades constitucionalmente señaladas, y el haber establecido una válvula de escape a través de la movilidad social, la cual actualmente es una ilusión porque si bien el hijo del obrero, del campesino o trabajador informal, puede acceder a la educación superior, ello no constituye garantía alguna de que vaya a ascender en la escala social, por el contrario, solo incrementa las estadísticas del desempleo. Paz, advirtió que la posibilidad de que el ejército retornara a las calles no estaba conjurada y señalaba como causas, entre otras, la violencia descontrolada.

El comentario adquiere sentido en el contexto actual por la recién aprobaba Ley de Seguridad Interior, que ha polarizado a las corrientes políticas del país y encendido luces de alerta para organismo defensores de derechos humanos tanto nacionales como internacionales. Por otra parte, se encuentra la inseguridad con enorme dosis de violencia que parece, solo las fuerzas castrenses pueden, cuando menos, atemperar.













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