Luego
de una semana de “ramas” y “posadas”, donde florece el espíritu de compartir,
pues en el campo está más arraigado el sentimiento de solidaridad y de
concordia, pues en las carencias nunca falta el gesto generoso, que en la finca
es permanente; los cortadores reflejan en el arrugado rostro un gesto de
tranquilidad. La cosecha es generosa y el clima cordial. Después del jornal
acompañaban a los peregrinos a las casas que les daban posada y terminaba en
fiesta con piñatas y ponche caliente. Los curtidos cortadores rociaban gustosos
un generoso chorro de aguardiente para quitarle lo caliente a la afrutada
bebida y el frío a sus enquencles huesos. En estos jelengues, las mujeres
hacendosas se desviven en atender a los niños para que no se queden sin dulces
y sin su bolsita de aguinaldo. A pesar de las carencias, el café les
proporciona un respiro en sus deudas y una resolana en sus gustos. La cosecha
coincide con las fiestas de navidad y fin de año. Conservan las costumbres que
sus abuelos les inculcaron y que también pretenden heredar a los jóvenes. Esta
semana fue de noches frescas pero estrelladas. Eso permite que la convivencia
se prolongue un poco más tarde de su habitual costumbre de acostarse con la
oscurana y levantarse con el sol. El ponche con piquete hace más amena la
charla y más profunda la reflexión. Por alguna razón que nadie entiende la
nostalgia invade el desván de la memoria y en algunos casos, los más viejos
externan su melancolía. “¿Por qué celebramos la navidad, qué tiene que ver con
nosotros?”… pregunta un chamaco, que no perdía detalle de la plática de los
mayores, embelesado por las anécdotas y las charadas. El venerable anciano
endurecido por los solsticios y tonificado con el brebaje de las reminiscencias,
colando con los dientes la fruta de su humeante jarro, se acomoda para decir: “Las
escrituras, los evangelios, como las parábolas, son narraciones milenarias que
siempre nos dejan enseñanzas, cuestionarlas es una manifestación de ignorancia,
o sea de falta de comprensión. No se trata de demostrar sin hubo milagros,
resurrecciones, asunciones o canonizaciones. Se trata de entender el mensaje
que predicó un hombre que cambió la historia del mundo y la manera ver las
cosas. Es mensaje que prevalece después de dos mil años, es un mensaje de amor,
amor bien entendido y bien aplicado. Los relatos, como las leyendas, son
maneras de difundir los mensajes, antes eran de boca a oído, luego fueron
escritos. Lo importante es la interpretación. Entender de manera simple pero
profunda el significado del nacimiento del amor en nuestros corazones, los
milagros que se realizan cuando ponemos fe, optimismo y acción. Lo que se sufre
por ser auténticos en una sociedad hipócrita; que a veces lo que parecía
perdido, renace cuando nos aferramos a un poder superior. Que enseñar a pescar
es enseñar a vivir del producto del trabajo honrado, que a veces hay que
desterrar a los mercenarios o resucitar la confianza de alguien que la perdió. Son
metáforas que son más profundas de lo que parecen. Pero el mensaje es simple,
amor a uno mismo, al próximo, a la familia, al trabajo y a la naturaleza”. Fue
el mensaje más claro que el chamaco escuchara en su corta vida. El viejo con
dificultad se levantó y sin decir nada, se fue tambaleando y hablando en voz
alta cosas que nadie escuchó pero que todos entendieron: “Feliz navidad en
nuestro corazón y próspero año nuevo de trabajo, cosechas y éxito…”
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