martes, 26 de diciembre de 2017

DESDE LA FINCA



Luego de una semana de “ramas” y “posadas”, donde florece el espíritu de compartir, pues en el campo está más arraigado el sentimiento de solidaridad y de concordia, pues en las carencias nunca falta el gesto generoso, que en la finca es permanente; los cortadores reflejan en el arrugado rostro un gesto de tranquilidad. La cosecha es generosa y el clima cordial. Después del jornal acompañaban a los peregrinos a las casas que les daban posada y terminaba en fiesta con piñatas y ponche caliente. Los curtidos cortadores rociaban gustosos un generoso chorro de aguardiente para quitarle lo caliente a la afrutada bebida y el frío a sus enquencles huesos. En estos jelengues, las mujeres hacendosas se desviven en atender a los niños para que no se queden sin dulces y sin su bolsita de aguinaldo. A pesar de las carencias, el café les proporciona un respiro en sus deudas y una resolana en sus gustos. La cosecha coincide con las fiestas de navidad y fin de año. Conservan las costumbres que sus abuelos les inculcaron y que también pretenden heredar a los jóvenes. Esta semana fue de noches frescas pero estrelladas. Eso permite que la convivencia se prolongue un poco más tarde de su habitual costumbre de acostarse con la oscurana y levantarse con el sol. El ponche con piquete hace más amena la charla y más profunda la reflexión. Por alguna razón que nadie entiende la nostalgia invade el desván de la memoria y en algunos casos, los más viejos externan su melancolía. “¿Por qué celebramos la navidad, qué tiene que ver con nosotros?”… pregunta un chamaco, que no perdía detalle de la plática de los mayores, embelesado por las anécdotas y las charadas. El venerable anciano endurecido por los solsticios y tonificado con el brebaje de las reminiscencias, colando con los dientes la fruta de su humeante jarro, se acomoda para decir: “Las escrituras, los evangelios, como las parábolas, son narraciones milenarias que siempre nos dejan enseñanzas, cuestionarlas es una manifestación de ignorancia, o sea de falta de comprensión. No se trata de demostrar sin hubo milagros, resurrecciones, asunciones o canonizaciones. Se trata de entender el mensaje que predicó un hombre que cambió la historia del mundo y la manera ver las cosas. Es mensaje que prevalece después de dos mil años, es un mensaje de amor, amor bien entendido y bien aplicado. Los relatos, como las leyendas, son maneras de difundir los mensajes, antes eran de boca a oído, luego fueron escritos. Lo importante es la interpretación. Entender de manera simple pero profunda el significado del nacimiento del amor en nuestros corazones, los milagros que se realizan cuando ponemos fe, optimismo y acción. Lo que se sufre por ser auténticos en una sociedad hipócrita; que a veces lo que parecía perdido, renace cuando nos aferramos a un poder superior. Que enseñar a pescar es enseñar a vivir del producto del trabajo honrado, que a veces hay que desterrar a los mercenarios o resucitar la confianza de alguien que la perdió. Son metáforas que son más profundas de lo que parecen. Pero el mensaje es simple, amor a uno mismo, al próximo, a la familia, al trabajo y a la naturaleza”. Fue el mensaje más claro que el chamaco escuchara en su corta vida. El viejo con dificultad se levantó y sin decir nada, se fue tambaleando y hablando en voz alta cosas que nadie escuchó pero que todos entendieron: “Feliz navidad en nuestro corazón y próspero año nuevo de trabajo, cosechas y éxito…”













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