miércoles, 20 de diciembre de 2017

DESDE LA FINCA


Frío, tradición y cosecha.- Esta semana el cafetal se vistió con un tenue velo blanco al amanecer, debido  las bajas temperaturas que sorprendieron a esta región, pues normalmente ese fenómeno se da por enero o febrero. Pareciera que el invierno se adelantó o las estaciones ya no respetan su temporada. La cosecha está en su apogeo y apenas deja de llover, los cortadores le entran a la finca para aprovechar la abundancia de granos rojos que esperan ser cosechados para halagar los gustos más exigentes.
Con manos hábiles endurecidas por el trabajo cortan las cerezas de café que, aunque heladas, brincotean en los tenates que se apesantan con la humedad. El frio cala los enjutos huesos de los cortadores que no pierden el entusiasmo y el humor al recorrer los surcos que descienden por las laderas, empapados por el frío rocío que les moja la raída ropa, la cual se secará cuando se sienten junto al fogón. Las mujeres aprovechan ir recogiendo pastle y lama, que abundan en los viejos jinicuiles, con el que harán el “nacimiento” del niño dios. “Hoy empiezan las posadas” se escucha en voz de las mujeres que dejaron a los chiquillos para no exponerlos al frío. “Hay que comprar el tejocote, las ciruelas pasas y la piña, porque ya tenemos la caña, las guayabas y la canela para el ponche. No hay que perder la tradición de pasear a los “peregrinos” y hacer una fiestecita”. El viejo campesino sabio y erudito en la sabiduría pragmática, que había permanecido callado porque traía el pañuelo rojo tapándole la boca para calentarse con el “vaho”, con la moruna deshoja una varaña de chalahuite que la deja lisita y limpia: “Es para “la rama” de los chiquillos que hoy empezarán a recorrer el pueblo cantando y pidiendo unas monedas. Son tradiciones que van desapareciendo por la influencia de la tele y de las empresas que convierten todo en consumo y comercio. Cuando éramos chicos era un verdadero entusiasmo esta temporada en la que el aire se plagaba de aromas de buñuelos y ponche. Se adornaban los frentes de las casitas con un mecate con pastle y globos, esferas y faroles. Nos llevaban a las posadas y a los “acostamientos” donde repartían galletas, dulces y hasta rompope. Al final se repartían “aguinaldos” que eran bolsitas de dulces con las que complacía a los chamacos. Pero los chiquillos de ahora ya casi no se involucran en esas tradiciones, están muy influenciados por el interné y esas chivas que les han cambiado la mentalidad. Pero nos corresponde a los mayores tratar de preservarlas. La navidad es temporada de reflexión, eso nos enseñaron, de perdón y reconciliación”. Ya encarrerado  con su perorata, se acordó del día de los inocentes, del fin de año y hasta del día del agente de tránsito: “Pobres compas, ahora tiene tan mala fama que de “mordelones” no las bajan. Antes en su día les daban muchos regalos: botellas de sidra, cajas de galletas, refrescos, pollos y dinero. Al final hacían su fiestecita. Eran buenos servidores públicos, el tráfico no era tan intenso. El problema fue que los corrompieron los jefes al exigirles cuota diaria. Los obligaron a extorsionar. Antes se entregaban a su trabajo, había agentes muy buenos y respetados. O’ra hasta se coluden con “los malos” que hasta han desaparecido corporaciones. Lo que menos les importa es la vialidad. Pero bueno, tienen derecho a hacer su luchita pa’ mantener a sus familias, todavía hay uno que otro bueno. En contraparte la educación de los conductores va en decadencia. La consecuencia es que tenemos una pésima vialidad. De todos modos, hay que felicitarlos. Y a todos desearles paz, especialmente paz y tranquilidad que mucha falta hace en el estado”…

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