DESDE
LA FINCA
Frío, tradición y cosecha.- Esta
semana el cafetal se vistió con un tenue velo blanco al amanecer, debido las bajas temperaturas que sorprendieron a
esta región, pues normalmente ese fenómeno se da por enero o febrero. Pareciera
que el invierno se adelantó o las estaciones ya no respetan su temporada. La
cosecha está en su apogeo y apenas deja de llover, los cortadores le entran a
la finca para aprovechar la abundancia de granos rojos que esperan ser
cosechados para halagar los gustos más exigentes.
Con manos hábiles endurecidas
por el trabajo cortan las cerezas de café que, aunque heladas, brincotean en
los tenates que se apesantan con la humedad. El frio cala los enjutos huesos de
los cortadores que no pierden el entusiasmo y el humor al recorrer los surcos
que descienden por las laderas, empapados por el frío rocío que les moja la
raída ropa, la cual se secará cuando se sienten junto al fogón. Las mujeres
aprovechan ir recogiendo pastle y lama, que abundan en los viejos jinicuiles, con
el que harán el “nacimiento” del niño dios. “Hoy empiezan las posadas” se
escucha en voz de las mujeres que dejaron a los chiquillos para no exponerlos
al frío. “Hay que comprar el tejocote, las ciruelas pasas y la piña, porque ya
tenemos la caña, las guayabas y la canela para el ponche. No hay que perder la
tradición de pasear a los “peregrinos” y hacer una fiestecita”. El viejo
campesino sabio y erudito en la sabiduría pragmática, que había permanecido
callado porque traía el pañuelo rojo tapándole la boca para calentarse con el
“vaho”, con la moruna deshoja una varaña de chalahuite que la deja lisita y
limpia: “Es para “la rama” de los chiquillos que hoy empezarán a recorrer el
pueblo cantando y pidiendo unas monedas. Son tradiciones que van desapareciendo
por la influencia de la tele y de las empresas que convierten todo en consumo y
comercio. Cuando éramos chicos era un verdadero entusiasmo esta temporada en la
que el aire se plagaba de aromas de buñuelos y ponche. Se adornaban los frentes
de las casitas con un mecate con pastle y globos, esferas y faroles. Nos
llevaban a las posadas y a los “acostamientos” donde repartían galletas, dulces
y hasta rompope. Al final se repartían “aguinaldos” que eran bolsitas de dulces
con las que complacía a los chamacos. Pero los chiquillos de ahora ya casi no
se involucran en esas tradiciones, están muy influenciados por el interné y
esas chivas que les han cambiado la mentalidad. Pero nos corresponde a los
mayores tratar de preservarlas. La navidad es temporada de reflexión, eso nos
enseñaron, de perdón y reconciliación”. Ya encarrerado con su perorata, se acordó del día de los
inocentes, del fin de año y hasta del día del agente de tránsito: “Pobres
compas, ahora tiene tan mala fama que de “mordelones” no las bajan. Antes en su
día les daban muchos regalos: botellas de sidra, cajas de galletas, refrescos,
pollos y dinero. Al final hacían su fiestecita. Eran buenos servidores
públicos, el tráfico no era tan intenso. El problema fue que los corrompieron
los jefes al exigirles cuota diaria. Los obligaron a extorsionar. Antes se
entregaban a su trabajo, había agentes muy buenos y respetados. O’ra hasta se
coluden con “los malos” que hasta han desaparecido corporaciones. Lo que menos
les importa es la vialidad. Pero bueno, tienen derecho a hacer su luchita pa’
mantener a sus familias, todavía hay uno que otro bueno. En contraparte la
educación de los conductores va en decadencia. La consecuencia es que tenemos
una pésima vialidad. De todos modos, hay que felicitarlos. Y a todos desearles
paz, especialmente paz y tranquilidad que mucha falta hace en el estado”…
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