Los partidos políticos están en la definición de presentar a las mujeres y hombres que habrán de abanderar sus candidaturas para las legislaturas federal y local. Nuevos nombres se perfilan y las mismas promesas, esperanzas e ilusiones se reescribirán. La mayoría de la población todavía no dimensiona la importancia que tiene crear un vínculo cercano con el legislador que representa los intereses de la sociedad, como se supone, debe ser.
Promoción de iniciativas de ley, gestión y acciones que directamente beneficien a los sectores productivos locales son funciones que, quien aspire a convertirse en legislador, debiera tener presente para cumplir con el mandato popular. Sin embargo, no siempre sucede así.
Estamos a tiempo de que al menos, las y los aspirantes a las candidaturas se preparen para dar, por fin, un paso a la construcción de una cultura política que permita elevar el nivel de educación cívica de la población y que incluso asegure una mayor participación no tan sólo electoral sino en la propia solución de los asuntos que afectan a la colectividad.
Está demostrado que las sociedades con mayor vocación de desarrollo, son las que más interés tienen en participar en los asuntos públicos y quien sea capaz de crear un auténtico puente entre esa necesidad social y la esfera gubernamental, tendrá un predecible éxito.
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