lunes, 9 de abril de 2018

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros

Me gane un libro en Selecciones.

¿Qué harías si supieras en que no podrías fallar? 
Autor desconocido. 

Anoche jueves sonó mi teléfono fijo, era mi cuñado, quien me informó que me hice ganador de un libro que cada mes obsequia la revista Selecciones a sus lectores. El asunto es enviar un comentario al correo electrónico de la revista, expresando cuales temas, le gustaría a uno que aparezca en su contenido. El límite era 31 de marzo, y justamente ese día, mi cuñado me ayudo a hacerlo en su computadora, apenas si entiendo todo este asunto del manejo de estos aparatos. Tiene que ser un comentario que llame la atención de quienes elaboran Selecciones y de esta manera, premian a los lectores con tres libros. Cada mes en una parte, citan alguna obra y hacen un exhorto a opinar de esta revista de circulación mundial, premiando de esta manera a los que consideran los mejores comentarios.

Daba por descontado que no iba a conseguir nada, y fue muy satisfactorio, cuando me dijo -como lo envió de su correo electrónico, ya que no tengo mail- que habían contestado de la revista, que fui uno de los afortunados, y que tengo que enviar una copia de identificación, mi nombre completo y mi dirección, para que me hagan llegar el libro. La obra, no recuerdo el título, parece que es “Dejando Huella”, y son historias de las relaciones que construimos con nuestras mascotas. Historias de celebridades, en el resumen, aparece una historia del escritor Sergio Pitol.

Mi cariño por los perros y gatos fue uno de los motivos por los que me animé a escribir a la revista y claro con la ilusión de ganarme uno de los libros. Ya en 2007, cuando Selecciones, público un interesante artículo del Everest, de un terrible accidente, el peor ocurrido en la historia de la montaña más alta del mundo. Se supo entonces, por testimonios de alpinistas, que una expedición había abandonado a su suerte a uno de sus miembros, que había enfermado y se convirtió en una carga para el grupo, estando arriba de los 8 mil metros, en lo que se conoce como la franja de la muerte. Quedó abandonado a su suerte y en muy malas condiciones físicas fue encontrado por un grupo de norteamericanos, enfilados ya sobre la cumbre, renunciaron a culminar su ascenso, todo por salvarle la vida, cuando lo encontraron, víctima de las alucinaciones, se estaba desvistiendo y frente a un terrible precipicio de 1500 metros, les dijo, que iba a echarse un clavado en una imaginaria alberca.

Recuerdo que en aquel año, la condena fue mundial a semejante acto, en un deporte donde se creía, la solidaridad y compasión eran uno de los valores fundamentales de este deporte. Edmund Hillary el primer alpinista en la cumbre del Everest, calificó este hecho como un acto monstruoso y cobarde.

Selecciones convocó a sus lectores a opinar de este hecho abominable, fui uno de ellos, y contra mi pesimismo y falta de fe, tal y como me ocurrió esta vez, mi carta fue publicada en aquel año en el ejemplar de abril. Fue la verdad muy satisfactorio, me sentí como pavorreal. Mi moraleja: nunca hay que dejar de intentarlo.

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