lunes, 23 de abril de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramirez

El que mi abuelo afirmara que un árbol de mandarinas daba manzanas, no significa que yo deba creer y repetir tal historia solo porque mi abuelo lo dijo. Palabras puestas por Juan Sánchez Andraka, en voz de su personaje en el pequeño, pero muy interesante libro “Un Mexicano Más”, aunque las historias suelen repetirse, las creencias se permiten y los comportamientos se copian.

Salvo alteraciones genéticas o técnicas de injerto, si se cultiva un árbol de mango, solo puede esperarse cosechar mangos; sí, admito que es una perogrullada, pero proporciona el fundamento para establecer un axioma que por sencillo con frecuencia escapa de nuestro espectro visual y de la memoria: “Si se hace lo mismo, no pueden esperarse resultados diferentes”.

Si se traslada esta idea a las campañas políticas que actualmente se viven, si se cruza el umbral de la apariencia, veremos una realidad desnuda que seguramente nos sorprenderá. En general, se repiten los mismos patrones, caducos, obsoletos, indecentes, albergando la esperanza de obtener resultados diferentes. El mismo discurso memorizado bajo un esquema simplista, plagado de inconsistencias, vacío y hueco, repetido invariablemente ante audiencias distintas sin abandonar cierto histrionismo.

La misma parafernalia, recorriendo los mismos caminos para llegar a iguales escenarios. Los genios de siempre que sacan de la chistera “soluciones mágicas” con el propósito insano de su venta. Casi los mismos personajes, sedicentes líderes de masas inexistentes. Hojas amarillentas por el manoseo que registran nombres que se ofrecen como votos y que no se materializan en la urna ni aparecen en los conteos. Todos abominando de la simulación cuando esta proviene desde las más altas esferas. 

Desde las gradas, una ciudadanía atenta al escenario, esperando el desenlace de la trama, simulando que se deja seducir, maestra en el arte de dar “el avionazo”. Una ciudadanía cuyo silencio no significa aceptación, aunque por desgracia a veces, se deja llevar por el señuelo de la promesa vana, de la propuesta ocurrente, de la aguda esgrima verbal que descalifica, que destruye, per no construye.

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