“El amor es una enfermedad en un mundo en el que lo único
natural es el odio”.
José Emilio Pacheco.
Al terminar la conferencia, Ricardo Torres Nava, primer latino y mexicano en la cumbre del Everest, recibió una merecida ovación de quienes abarrotamos el salón de conferencias del Club de Exploraciones de México, ubicado muy cerca de la terminal del metro Chabacano, en la avenida Antonio Abad en la CDMX. La conductora del evento, le dio las gracias al alpinista oriundo de Nueva Rosita, Coahuila, por su presencia en México, Ricardo radica actualmente en Houston. Su relato paso a paso, para llegar a la cima más alta del planeta, es apasionante y estremecedor, con una amenidad y sencillez increíble. Lo mantiene a uno al borde de la butaca, la hora y media que dura la charla, mostrando fotos impresionantes. También hace una reseña de cómo logró hacer el Gran Slam del montañismo mundial, que significa la conquista de las montañas más altas de cada continente.
La conductora entonces invitó al auditorio a realizar alguna pregunta a Ricardo, es una parte que me provoca mucho miedo y pánico. Casi siempre, por ser víctima de una timidez enfermiza en este tipo de eventos, me quedo con las ganas de preguntar o de expresar algo. Haciendo acopio de valor, levanté la mano, y todo asustado salude a Ricardo y simplemente lo felicité por seguir siendo sencillo y humilde. Puso la mano en el pecho, me sonrió ampliamente y me dijo “Ramoncito, espero que me hayas traído mi cafecito que me encanta de Coatepec”, le contesté que sí, señalando una maleta donde cargaba el café. El auditorio entero sonrió al darse cuenta del afecto y confianza con que me contestó Ricardo, y yo me sentí muy complacido.
El Everest es agonía y gloria sin límites, he podido estar ya en muchas conferencias de Ricardo, y no me aburre volver a escucharlo. Lo lleva a uno de la mano paso a paso, hasta el techo del planeta, la franja de la muerte, que se ubica arriba de los 8 mil metros de altura, es una parte donde los alpinistas tienen que reconocer y aceptar el riesgo de morir. Las condiciones de altura y la escasez de oxígeno, provocan reacciones físicas y mentales, que rayan en lo inhumano. Un sufrimiento que para la mayoría de los que jamás hemos estado en semejantes condiciones, se nos antoja hasta absurdo vivir semejante locura, todo por ascender una montaña.
Llegué acompañado por mi hijo Carlos Ramón; Alfredo, hermano de mi papa; su esposa Angélica y su hija Carla, quienes radican en la ciudad de México (foto). Se hizo una larga cola. Entre el público, también se encontraba una boxeadora mexicana, Campeona Mundial, no pude saber su nombre. La cola era para sacarse una foto con Ricardo; en lo que llegamos con él, salude a su hermana Eliza Torres Nava, quien me presentó al pequeño de 10 años Ricardo Torres, hijo del alpinista y también a la joven y guapa mamá. Cuando tuve enfrente al Richard, el abrazo que nos dimos, fue sin palabras, con el afecto y cariño de 27 años de amistad. Le presenté a mi tío y su familia, me preguntó por mi hija Mariana y por Dulce su mamá, ellas le enviaron muchos saludos y de la misma manera Ricardo les contesto por mi conducto. Mi tío Alfredo, Angélica y Carla, lo saludaron muy emocionados, por conocerlo en persona.
Cuando saludó a mi hijo, a quien también conoce, vi que algo le comentó. Más tarde mi hijo me comentó que Ricardo sabia de su ascenso al Pico de Orizaba, lo felicitó y le aconsejó, que si piensa seguir en el montañismo, seguirse preparando mucho. Todo fue muy apresurado, ya que había aun gente esperando para saludarlo y sacarse la foto. Me dijo que el café y pan de Xico que también le llevé, e igual le encanta, se los diera a Eliza y nos despedimos con la promesa de vernos pronto nuevamente. Nos dijo que en el mes de julio viene a Jalcomulco. La presencia en México de Ricardo fue gracias al destacado montañista internacional Enrique Chávez, miembro del grupo de rescate alta montaña.
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