lunes, 6 de agosto de 2018

Con-Ciencia - Por: Sergio Jimarez

Una reflexión sobre el Big Bang


“¿No sería extraño que un universo sin propósito 
creara accidentalmente a seres humanos que
 están tan obsesionados con el propósito?”
Lee Strobel

Una de las ideas más difundidas y defendidas sobre el origen del universo es la teoría del Big Bang, en ella se expone la concepción de que todo lo existente en el cosmos, materia, energía, tiempo y espacio, estuvo concentrado en un aglomerado diminuto ubicado en la nada. De manera singular se provocó la liberación del todo, conformando poco a poco durante millones de años la estructura que al día de hoy tenemos el alcance de conocer y medianamente comprender. Tal vez podemos apreciar lo que existe, porque podemos verlo o abstraerlo mediante otro sentido, podemos, incluso, conocer su pasado o futuro gracias a todo el conocimiento establecido por la ciencia o las disciplinas que las describen y es que hablar de un origen es igual de extraño como pensar en un fin, conceptos complejos.


Tenemos la idea de que todo empieza, existe y termina; ese ciclo nos acompaña siempre y está presente a lo largo de millones de años, como la vida de una estrella o apenas unos instantes como un papel que se quema, comprendemos de la misma manera que la materia se transforma y que la energía no se crea ni se destruye, pero esto es sólo mientras estamos en este estado de existencia presente y es que si planteamos la idea del Big Bang, significa que sí se crea la energía o por lo menos en algún momento ocurrió, por lo tanto, ¿Qué es lo que realmente permanece inmutable o perpetuo en este universo? 
Muchas civilizaciones dieron su explicación a este hecho, partieron de seres infinitos omnipresentes y atemporales que nos otorgaron la gracia de la vida. Para otros el inicio no fue más que un accidente de las causas de un lugar permanente en el espacio y tiempo. Cada idea, cada pensamiento y cada juicio, deben guardar algo de verdad ya que lo más probable es que no nos alcance toda la vida presente y futura para encontrar esa verdad acerca del inicio del todo, carecería de sentido defender un punto difícilmente comprobable. 

Científicamente, el tiempo actual no es más que un instante dentro de una explosión, liberación de energía de manera agresiva, a velocidades extremas pero de lo que sólo podemos percibir una mínima fracción; ni siquiera somos parte de la resonancia de una estallido, no hemos llegado al estado de reposo, sin embargo, el tiempo toma un papel importante en este proceso y es de tal manera que si miramos hacia “atrás” podemos identificar el remanente de esa explosión inicial, podemos conocer cómo son los cuerpos celestes de hace millones de años porque la luz que emiten apenas nos están alcanzando pero de igual manera estamos tan lejos que mucho de aquello que necesitamos conocer no es posible que nos alcance. Del futuro, no sabemos nada. 

No estamos hechos para estar al tanto el inicio como tal, sólo descifrar pequeñas cosas que nos acercan a un punto de luz donde todo se vuelve más lento de entender y aun así cada paso dado en esa dirección es un paso acertado. 

Ciencia, filosofía y espiritualidad, parte elemental de cada humano, la triada del ser y punto de convergencia en el mismo inicio; la tarea a conseguir es la interpretación de cada universo como el núcleo en el humano; la porción del cosmos que habita en cada persona, al final de cuentas cada quien puede ser un Big Bang.

La ciencia nos acerca a la verdad, nos da el conocimiento que hace funcionar el mundo, pero también nos aproxima a las dudas elementales que nos abre la curiosidad, nos ayuda a buscar e indagar respuestas que puede que no tenga, pero nos deja el camino hacia las cosas que nos logran dar la claridad que buscamos, no hay dudas pequeñas ni preguntas que no son importantes; cada idea debe llevar parte del conocimiento que todas las demás ideas merecen, y es que estamos hechos de lo mismo, regresamos al inicio nuevamente. 

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