lunes, 19 de noviembre de 2018

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros



Decisiones que saben a muerte.

En la vida diaria, de manera cotidiana estamos tomando decisiones, la mayoría de ellas con consecuencias buenas o malas, que no cambian nuestra vida. No saber donde ir a comer, que ropa me voy a poner, etc. Y también decisiones trascendentales, aunque esto no es común. En los deportes también se tienen que tomar determinaciones, mismas que influyen en el resultado de la competencia. 

En la montaña decidir, muchas veces, puede poner en juego la vida, recuerdo por ejemplo hace ya algunos años, un día domingo, solo caminé desde Coatepec, rumbo al Cofre de Perote; era una mañana despejada y soleada, de manera negligente decidí no cargar con la cantimplora, compre como 10 jugos de lata, pensando en que con ellos resolvería mi necesidad de hidratación. La sed es un factor de riesgo grave, se puede estar sin comer, el cuerpo lo resiste más tiempo, pero la sed se convierte en un demonio, si no se cuenta con agua para saciarla. Comencé a subir y aproximadamente como a las 4 horas de ascenso, los jugos se habían terminado y su dulzura extrema, en lugar de controlar mi necesidad de agua, la aumentaba de manera angustiante y desesperante. En un principio pude distraer mi mente de lo que poco a poco se comenzaba a convertir en un verdadero tormento. No sabía si bajar o seguir subiendo, estaba en lo más alto de un camino en medio de las alturas. El sol pegaba con todo, y decidí seguir subiendo. Justo en aquellos momentos de sed lacerante, escuché abajo del camino el sonido de un rio, era una caída casi vertical de muchos metros de profundidad rodeado de espeso follaje, apenas si se alcanzaba a escuchar el ruido que provocaba el agua al circular. Ese sonido representó para mí, música celestial, la esperanza de cubrir aquella necesidad.  Comencé a bajar con dificultades, sujetándome de raíces y ramas y justo cuando había descendido escasos metros, comencé a rodar de manera violenta y sin control. Había tomado una decisión equivocada, motivado por la desesperación y la angustia. Cuando comenzaba a tomar velocidad, me atoré en un tronco, y de no haber sido así, me hubiera precipitado al vacío, solo Dios sabe con qué resultados. Afortunadamente solo sufrí algunos raspones de menor consideración. Muy asustado logré volver a subir. Estaba muy enojado conmigo mismo, por haberme puesto en aquella situación de riesgo casi mortal. Estoy seguro de que, si hubiera caído en medio de aquella vegetación jamás hubieran encontrado mi cuerpo. Mi misteriosa desaparición aquel domingo, hubiera generado las teorías y conjeturas más descabelladas e insólitas. Todo surgió de una decisión estúpida, producto de otra determinación absurda. Una cadena de errores, desde que salí solo desde Coatepec. 

Las montañas son peligrosas y jamás hay que internarse en ellas de manera individual. La montaña es una gran maestra, donde es necesario saber qué ruta seguir, buscar rutas alternativas para bajar en caso de alguna avalancha. Saber elegir si seguir o bajar, cuando la intuición así lo indique, aunque se encuentre a 100 metros de la cumbre. Es importante reconocer también que cuando se encuentra el montañista a 6 mil metros de altura o más, el cerebro ya no trabaja de la misma manera, como consecuencia de la ausencia de oxígeno, entonces es más fácil cometer errores al elegir. El esfuerzo brutal que se realiza es otro factor en contra. Decidir cuándo se encuentra el cuerpo precariamente sostenido -en una pronunciada pendiente- por un solo crampón, es cosa de locos y de adrenalina pura, eso yo se los puedo contar, porque lo viví en la peligrosa pendiente del Pico, por su cara norte, yo solo, recuerdo que fueron segundos de terror profundo, la adrenalina tiene color y sabor. En las papilas gustativas se siente un sabor a quemado, que también se logra sentir en las fosas nasales. Además de que el corazón late violentamente por todas partes del cuerpo. Ante todo este entorno tan difícil y complicado, tomar decisiones, no es nada fácil. Jorge Salazar me platico que en Himalaya, vio a un sherpa decidir de manera precipitada, le habían indicado que no se moviera, estaban ascendiendo, no hizo caso, se incorporo y una violenta ráfaga de viento lo levanto como muñeco y lo arrojo al vacío, fue algo de verdad tenebroso porque vieron cuando golpeo su cuerpo con unas rocas y prácticamente estallo… Los guías son una autentica bendición en las montañas, por su experiencia, ni siquiera pone uno en la balanza su valía, ya que tienen que decidir por todo el grupo, y están prácticamente obligados a decidir bien… aunque muchos accidentes en alta montaña ocurren por factores que no se pueden controlar ni predecir, muchos percances mortales también han sido producto de una elección equivocada.

________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________




No hay comentarios.:

Publicar un comentario