lunes, 19 de noviembre de 2018

DESDE LA FINCA Por: El Cortador



De heladas y de tontos.- Esta semana se sintió un frío muy intenso en la finca sobre todo al amanecer. Hacía años que no llegaban tan temprano. Todavía es otoño y ya cayó nieve en el Cofre de Perote y diversas zonas amanecieron heladas. Hay que echar mano de varias cobijas porque en las madrugadas cala hasta los huesos. En las lomas la neblina se instala a sus anchas. No se alcanza a ver la punta del cerro pues está tapada por una densa nube blanca. La llovizna es fina pero constante, transparente y fría. Las montañas se despiertan con el arrullo de los tordos y gorriones que son fieles compañeros de árboles y cafetales; los campesinos inician su jornada, algunos comentando su día, otros simplemente silbando una tonada, todos con la ilusión de una nueva mañana que traerá otras oportunidades de vida. El humo que sale de los jacales es portador de aromas conocidos: café y tortillas calientes. Cuando arrecia la lluvia no se puede cortar café porque las manos se entiesan, todo se moja y el café se apesanta. Son días en que hay que permanecer en el jacal esperando que ‘levante el temporal’. Tiempo propicio para la conversación, la reflexión o el comentario. También suspendieron las clases por lo que los chiquillos se quedan en casa, aunque se levantan tarde, cuando lo hacen es difícil tenerlos ocupados o entretenidos. Pero con el viejo sabio narrador de fábulas y cuentos, de historias y leyendas, el coplero y trovador de los cafetales; nadie se aburre ni se acongoja. Basta hacerle una pregunta capciosa para recibir a cambio toda una cátedra de sabiduría pragmática adquirida por los años y por la capacidad de observación, con una excelente memoria que en lugar de gastarse se ejercita acumulando más y más sabiduría. Uno de los chamacos le pide directamente: “Abue, cuéntanos un cuento”. A lo que el soberano de las laderas, autodidacta y guía, curtido por muchas heladas y letrado por muchas faenas, le da un trago a su humeante y aromático jarro, se acomoda en su silla de paja y se arranca: “Les voy a contar un cuento muy conocido y viejo, pero no por eso inútil. Se llama la fábula del tonto. En un pueblo un grupo de personas se divertían con el tonto del lugar, un pobre infeliz de poca inteligencia que vivía haciendo pequeños mandados y limosnas. Diariamente algunos hombres llamaban al tonto al bar donde se reunían y le ofrecían elegir entre dos monedas: una de tamaño grande de 50 centavos y otra de menor tamaño pero de más valor. El tonto siempre tomaba la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos. Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente tipo, le llamó aparte y le preguntó si todavía no había percibido que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió: Lo sé, no soy tan pendejo, vale la mitad, pero el día que elija la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda”. Dando otro ruidoso trago al jarro de café caliente, continúa: “Esta historia podría concluir aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias conclusiones. La primera: quien parece tonto, no siempre lo es. La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia? La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos. Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo. El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto… delante de un tonto que aparenta ser inteligente”… todos los que escucharon permanecieron callados, sobre todo el que preguntó, pensando muy en su interior: ¿No nos estará agarrando de tontos?

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