martes, 18 de diciembre de 2018

DESDE EL AULA - Por: Prof. Julio Hernández Ramírez


El peso del día se siente en la húmeda rehoya, fresca por las lajas de piedra cantera. El canto melancólico de un ave oculta en lo espeso del follaje contrasta con el grito a destiempo de las chachalacas que barruntan la llegada del frente frío número 14. Los hábiles dedos se resbalan desprendiendo el café maduro, las palabras van tejiendo un rosario de ideas y pensamientos, cuando no, dan tono a una sentida canción que algo tiene que ver con alguna experiencia vívida, con un recuerdo, con un dolor, con una esperanza. A distancia oigo la conversa entre un viejo curtido en el trabajo y los golpes de la vida y un muchacho que en tiempos sufre los estragos de la bebida sin control, que sabe de los rigores de un anexo para adictos y que hace promesas a la virgen para no tomar en determinado tiempo.

La clave está en la planta injerta –afirma el viejo- el patrón de robusta la hace resistente a la roya y los nematodos, y mira qué café tan frondoso da, por eso no entiendo por qué la planta que da el gobierno a través del Consejo Regional, no tiene esas características, digo, si es que quieren ayudar. La están dando en diciembre cuando el periodo de resiembra ya pasó y mucha está del tamaño de “pesetilla”, hay que almacenarla y casi toda se está echando a perder. “Pura transa”, replica el muchacho.

Se empiezan a escuchar el estruendo de unos cuetes cada vez más cerca. Luego, un canto entonado con fervor: “Desde el cielo una hermosa mañana”, es la cabalgata en honor a la virgen de Guadalupe, afirma el viejo, estamos en la víspera de su fiesta. “La Guadalupana, la Guadalupana, bajó al Tepeyac”, se oye con mayor nitidez. Ambos suspenden un momento su labor, se descubren la cabeza y se santiguan con una leve inclinación. Es la mera “Patrona” nunca te deja colgado de la brocha, le tengo mucha fe, oigo decir.

La charla toma un giro brusco e inesperado. Entre el amor y el odio media solo un paso, sostiene en voz alta, como para sí, el hombre joven. En el mismo tono es la réplica del viejo: “Entre el genio y la locura pende un hilo muy delgado, es como estar en el umbral. Si das un paso en determinado sentido, caes en el delirio, si lo das en otro estás en lo sublime. Sabes, continúa hablando, provengo de una familia marcada por el drama del suicidio, mi abuelo, hombre talentoso, valiente y reconocido, se quitó la vida, las razones me son desconocidas, mucho lo he pensado y siempre queda la duda que lacera, que confunde y que incita. ¿Es el suicidio un acto de cobardía o de valentía? ¿Es escapar por la puerta falsa ante la incapacidad de enfrentar una realidad o es descifrar, decidido y consciente, el misterio de la muerte? Pensativo se queda el muchacho, luego dice en queda voz: yo creo que la vida es un regalo divino y que hay que vivirla hasta que Dios y la Virgen lo quiera. Por cierto, vamos a las mañanitas, van a ser a las doce de la noche, habrá chocolate, café y pan, y el coro canta bien bonito. Sabes, siempre voy a la caminata a la basílica, es bien hermoso pero este año no fui.

Luego de un silencio entonan a dúo una romántica canción. A cinco plantas de café, a la sombra de un robusto chalahuite no me atrevo a interrumpir, a mi lado, mis fieles compañeros, unos hermosos ejemplares pastor belga, parecen también meditar en lo escuchado.





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