domingo, 27 de enero de 2019

Cerca del Cielo Por: José Ramón Flores Viveros


En una prueba atlética como el maratón, es estremecedor cómo terminan algunos corredores, a punto de un colapso, incluso ha habido muertos. El organismo prácticamente llega a su limite físico. En la montaña, la cumbre es la mitad apenas de la prueba, hay que regresar. El diseño mental y físico debe de ir estructurado, preparado para actuar así.

Tengo muy presente cuando subí con mi excuñada Claudia Vega, el Pico de Orizaba; ella jamás y nunca había hecho alta montaña. Hacia mucho ejercicio y su condición era muy buena. El plan era subir con quien era su novio entonces, Felipe Molina, pero en el último momento ella se apuntó también. Recuerdo que estando ya en el albergue de Piedra Grande nos encontramos al destacado montañista Romeo Donn, el encuentro fue muy ameno; Romeo, Claudia y Felipe ya se conocían, eran compañeros en Nestlé de Coatepec. Uno de los propósitos de subir aquella ocasión, era poner en el cráter una cruz de madera en memoria del alpinista Adrián Benítez Morales, mexicano que había fallecido recientemente en el K2. 

Unos meses antes había intentado ponerla en el cráter, junto con Romeo, pero el mal tiempo nos lo había impedido y la tuvimos que dejar en la pendiente, pensando en regresar y poder ponerla en la cumbre posteriormente. Me sentía con el compromiso moral de cumplir con la memoria de Adrián. Comenzamos a subir todos juntos, aunque el ritmo de Claudia realmente era muy lento, comenzamos a arrastrar la existencia sobre el glaciar del volcán.

Sabedor Romeo de mi compromiso moral con un alpinista que jamás tuve el privilegio de conocer, pero que con gusto hice el compromiso de rendirle un homenaje en esta montaña. Lo conocí por lo que Ricardo Torres Nava, Héctor Ponce de León y Andrés Delgado, en aquel tiempo me platicaron de él. Me propuso quedarse con Felipe y Claudia y que subiera a terminar lo que había comenzado.

Me despegue de ellos, y solo, comencé a progresar sobre la nieve, era una mañana despejada, la textura de la nieve permitía enterrar los crampones y el piolet con muy buena profundidad dando una excelente estabilidad sobre la pendiente. No recuerdo cómo fue, pero encontré la cruz de madera, que tenía inscrito el nombre del destacado montañista internacional mexicano, su fecha de nacimiento y de su muerte. El caso fue que realicé un buen ascenso, llegue agotado pero muy contento de poder poner la cruz de Adrián en la cima del volcán más alto de México.

No la pude enterrar, no hubo como hacerlo, ni donde, el suelo es duro en el cráter. La deje sobre la superficie. De forma desordenada y en mi limitado catolicismo, exprese mi sentir por la muerte de Adrián en Paquistán. Su cuerpo jamás fue recuperado. Después de esto, de tomar jugo como loco, me dispuse a esperar la llegada de mis amigos, estuve como dos horas esperando, hasta que llegaron. Claudia se veía agotada en extremo, el esfuerzo titánico que realizó de manera admirable y temerario, casi le provocaría un accidente de magnitud inimaginable. La cumbre se convirtió en una romería, mochilas por todos lados, jugos, frutas. Alguien con un montón de cámaras en la mano tomando graficas. En toda esta algarabía desmedida por la cumbre hubo un incidente que pudo terminar en una verdadera tragedia.

También recuerdo que estaba una montañista de la ciudad de México, pertenecía a un grupo de rescate alpino, y me comentó que con el Pico completaba el triplete en una semana. Escalar las tres montañas mas altas del país. Muy orgullosa sacó de su mochila un recorte de periódico donde hablaban del grupo que intentaría lo que es una autentica azaña. Sin embargo, la nota periodística muy lejos de darle la importancia que merecía, era muy breve y sin foto. La muchacha me mostro su nombre, lo hizo con mucho orgullo y alegría, la escueta nota representaba para ella un autentico tesoro. Me hizo recordar a los medios locales de Xalapa, lo generosos que siempre han sido conmigo al dar seguimiento y publicidad a mis ascensos, Que se quedan cortos antes azañas como la de esta montañista y sus amigos.

Claudia posó orgullosa para la foto de cumbre, repentinamente fue presa de un mareo por el agotador esfuerzo, y comenzó a dar tumbos hacia atrás, a escasos metros estaba el borde del cráter y un abismo profundo hacia el interior. Gracias al creador, Felipe nunca la perdió de vista y corrió a sujetarla, lo consiguió cuando ya casi se precipitaba al vacío. Fue cuando nos dimos cuenta de lo que estaba pasando, todo quedo en un gran susto y no paso a mayores.

El ascenso fue todo un éxito, hicimos cumbre y pude finalmente dejar la cruz en memoria de Adrián Benítez en lo más alto de México. 

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