lunes, 4 de febrero de 2019

Manuel Álvarez Bravo - Por: Akin Salver



Manuel Álvarez Bravo, nacido en el centro de la Ciudad de México el 4 de febrero de 1902, vivió cien años siete meses, de los cuales setenta estuvieron dedicados a la fotografía. Muchas biografías citan a su padre y abuelo como “aficionados a la fotografía”, que apoyaron su talento. Lo que sus ancestros parecen haber instigado en él fue la pasión por la pintura, ya que se inscribió en la Academia de San Carlos, en cuanto se lo pudo permitir. Pero aún antes de esta educación formal -indispensable para el entrenamiento del ojo en el encuadre y la perspectiva- empezó a tomar fotografías con una pequeña cámara Kodak, prestada por un amigo. Completó su formación con la amistad del fotógrafo alemán Hugo Brehme, al que frecuentó en su estudio y laboratorio.

El México de los treinta, con el petróleo recién nacionalizado, se sentía en el camino de la modernidad pero en peligro de perder su identidad en el proceso. Esto hizo que toda la plástica, sin que hubiera un acuerdo explícito, se centrara en buscar y remarcar “la mexicanidad” en el fondo y la forma. La fotografía de Manuel Álvarez Bravo es parte de esta tendencia que en su caso se amalgama sin entrar en conflicto, se interesa en los hombres y sus costumbres. En 1938 André Breton le encarga una fotografía para el catálogo de la exposición surrealista en París, ‘La buena fama durmiendo’ –hecha expresamente con este fin- no puede ser usada en la portada por tratarse de un desnudo.

Entre 1943 a 1959 trabaja en el cine realizando fotografías fijas de rodaje y para publicidad, resalta el trabajo para Nazarín (1958) de Luis Buñuel.

Álvarez Bravo buscaba –en una época en la que no había muchas posibilidades de fotografiar en movimiento- el “instante perfecto” del que habla Henri Cartier-Bresson, obras como ‘Bicicletas en domingo’, ‘Sed pública’, fueron cuestión de segundos. Hubo otras: ‘Maguey y pared dentada’, hasta ‘Obrero en huelga’; para las que pudo tomar tiempo y encuadrar. Algunas más eran “de estudio” aunque este fuera una azotea. Es su mirada lo que hace su obra trascendente, no el lugar, el momento o la técnica.

Entre las más de 200 exposiciones colectivas y las 150 individuales debemos destacar la inclusión de sus fotografías en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York y la extensa colección que tiene el Instituto Getty.

Manuel Alvarez Bravo murió el 19 de octubre de 2002, siendo aún, como lo había sido por más de cincuenta años, el fotógrafo más renombrado de América Latina.

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