DESDE LA FINCA Por: El Cortador

De ciclos y de renovaciones.- La leña seca abunda en estos días que empieza la poda de las matas de café, pues prácticamente en las zonas más bajas, la cosecha ha concluido. Se acabó el corte. Los pocos campesinos que quedan en los cafetales son los maestros, los que tienen trabajo permanente, pues conocen todos los secretos de cada etapa de los cafetales: la poda, la limpia, la fertilización, la deshijada, la resiembra, etc., son los que acarician la finca y la hacen producir. Con las varas secas por el intenso calor, las cortan en trozos con una filosa moruna que resuena agudamente en las laderas. La leña es para hacer la lumbre, pues es “la hora del rancho” y los compas sacan su bastimento que gustosos calientan en un comal colocado sobre unas piedras sobre las fuertes llamas que se avivan con el viento. El aroma a tacos doblados rellenos de frijoles y cubiertos de salsa, invade las melgas. Memelas de salsa verde, taquitos de ejotes hervidos y dobladas de quelites con tomate, chile y cebolla, retozan contentos sobre el comal de lata. Con singular alegría, todos comen de todo, es un ritual centenario el compartir el pan y la sal, justo cuando el sol está en el cénit. No puede faltar un buen buche de aguardiente de Mahuixtlán. La convivencia es amena y luego de un ruidoso eructo, el viejo cortador curtido por el tiempo y el trabajo, empieza un soliloquio filosófico, pues nadie le había preguntado nada: “El próximo jueves inicia oficialmente la primavera. Debemos festejar el reverdecer de la naturaleza y los nuevos ciclos agrícolas. Es la bondadosa estación, cuya etimología remite a lo que está en crecimiento. Es un momento poético donde la Tierra vuelve a ser niña”. Todos se quedaron absortos por tan profunda elucubración y ahora sí, la pregunta: “Abuelo, ¿por qué se dice que es un día con mucha energía? A lo que viejo astrólogo pragmático, conocedor de los movimientos de los astros y perito de los ciclos naturales, con ceremoniosa elocuencia, explica: “El equinoccio de primavera es un día cargado de simbolismo. Ya sea desde la ciencia, desde la magia, o quizá sólo desde los sentidos, es un instante que no pasa desapercibido para ninguna conciencia y es vital en más de un sentido. El equinoccio de primavera es una dualidad, su importancia simbólica ha trascendido a todas las culturas y tiempos, pues sigue siendo un momento crucial para decenas de religiones y prácticas. Simbolizada en todas las culturas: el bien y el mal, la verdad y la mentira… luz y oscuridad. Esta última quizás sea la más importante, pues precisamente el equinoccio es el momento en el que la luz le gana terreno a la oscuridad. Simboliza la victoria de la luz, no es de extrañar que sea un día de ritual sagrado en todo el mundo”. Los compas, pasmados con el enigmático monólogo, se disponen a levantarse para regresar a la faena. Pero el sabio campesino abstruso, experto en los misterios de lo inexplicable, con voz de autoridad, los para en seco: “Pero antes, el martes 19 hay que ir a saludar al “Pater Putativus” a San José. Primero vamos a Monte Blanco en Teocelo, donde la fiesta se pone muy buena pues la financian los hermanos que están en los Estados Unidos. Cómo recuerdo a mi compadre Amadeo Vega y a Laurencio Calte que siempre nos recibían con mole y chiles rellenos. Luego nos vamos a Zimpizahua. Ahí hace años íbamos con mi compa David Marín que en paz descanse. Actualmente su familia también es generosa. Y de paso saludamos a los alcántara, descendientes del “Mayor”. Y finalizamos en La Isleta donde también se celebra al esposo de María, padres de Jesús. Ahí me acuerdo de mi compa Celso Colorado y de don José García. Pachangones en esa bella localidad. No podemos romper las tradiciones y hay que visitar a los actuales amigos…”.  Y finalmente se escucha una marcial orden: “O’ra sí, a chingarle…”
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