lunes, 22 de julio de 2019

DESDE LA FINCA Por: El Cortador



De lunas y curadas.- Con una luminosa luna llena impresionante de verano que aparece tarde pero se puede observar aun a la salida del sol, la canícula ha sido equilibrada este año. Cierto que se han sentido fuertes calores, pero también sorpresivamente llegan generosos aguaceros que mantienen a las fincas con la humedad propicia para el desarrollo de los granos de café, que verdes y pequeños todavía, presagian una buena cosecha. Los hombres del campo tiene una fuerte tarea, pues con este clima la hierba crece muy rápido y hay que mantener los caminos y las melgas limpios de maleza y las fincas libres también, solo con la hierba necesaria que les conserva la humedad. Es temporada de chininis que abundan en la finca, hasta en el suelo se encuentra esta deliciosa fruta que se acompaña con salsa macha hecha con chiles conguitos de la finca y tortillas calientes. El sábado es día de “raya” y vista obligada a la tiendita del lugar donde, además de abastecerse de lo necesario, no falta un buche de aguardiente para el cansancio. Ahí la charla es amena y relajada. El viejo campesino curtido por las tormentas y forjado por ardientes canículas, observa el semblante preocupado de uno de los jornaleros a quien le pregunta el motivo de su congoja. El joven campesino le cuenta que su hijita de 5 años no come, anda pálida, está muy flaca y chillona, y solo quiere estar durmiendo, pero al hacerlo salta y se despierta inquieta. A lo que el viejo zorro de los montes, sin dudarlo y casi sin que acabara la descripción del padecimiento de la criatura, le afirma sin vacilación: “Que la curen de espanto, llévasela a doña Ade, ella la cura de volada, está espantada”. El joven compa le explica que la llevaron a ver al doctor y le recetó unas pastillas, pero sigue igual. “Eso no lo curan los médicos. Jálate un rollo de maltanche y cómprate unos ‘espíritus de untar’ y llévasela a la anciana curandera. Así nos sanaban de chiquillos, nos tronaban el empacho y nos enderezaban el cuajo”. El padre de la chiquilla con ojos saltones, no alcanza a entender la profundidad de la recomendación, a lo que el sabio homeópata pragmático, carente de padecimientos y curado de mal de ojo, le explica: “Es conocimiento ancestral de la herbolaria tradicional. Doña Adelina lo heredó de su abuela, y aquella de sus ancestros. Cuando algo asusta a los niños su organismo genera adrenalina que es una defensa, es una hormona y un neurotransmisor.​ Incrementa la frecuencia cardíaca, contrae los vasos sanguíneos, dilata las vías aéreas, y participa en la reacción de lucha o huida del sistema nervioso cuando se encuentra en peligro. Pero si no se elimina, causa un efecto contrario. Lo que hacen las cataplasmas que les ponen a los niños en las muñecas y en los pies, es recoger esa sustancia y eliminarla. También los chiquiadores tienen la misma función. Una vez eliminada, el mal también se acaba”. Diciendo esto, se empezó a despedir con cierta prisa. “Pérate abuelo, vamos a echarnos la caminera”. A lo que el viejo enjuto poseedor de un vademécum mental de conocimiento empírico, explica: “Voy a comprarme un sombrero nuevo, pos mañana hay que ir a Xico a saludar a la Santa y visitar a la familia de mi compa Manuel Soto, como lo hemos hecho desde que mi padre vivía y nos llevaba. Allá siempre nos reciben con generosidad. Siempre abunda el mole, los chiles rellenos con arroz, el ‘verde’ y ‘la morita’. Antes se convivía con respeto y devoción. Actualmente se abusa del chupe. Ves muchachos y jovencitas embrutecidos por los excesos. Hasta lesionados hay por los toros que sueltan al meterse irresponsablemente en estado de ebriedad. Esta vez dicen que habrá ‘ley seca’ durante la capea, ojalá no haya accidentes. Pero nosotros vamos a cumplir con la Santa y la familia como lo hacemos cada año. Nos vemos el lunes en la melga…”

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