martes, 13 de agosto de 2019

CON-CIENCIA - Por: Sergio Jimarez

Cuando la evolución nos juega en contra


La teoría de la evolución indica, en pocas palabras, que los organismos más resistentes tienen mayor probabilidad de perpetuar su especie, es decir, un organismo mejor adaptado heredará sus genes a una generación fuerte y en ventaja con sus semejantes. Esta teoría también explica que los organismos tienden a desarrollar mecanismos que les ayuden a superar las amenazas que tiene el medio que los rodea; por ejemplo, un venado adaptó sus ojos a los costados de su cráneo para poder tener un amplio margen de visión y así poder huir en caso de detectar a un carnívoro; los colores de algunos gusanos sirven para camuflarse en donde se pose, pero, ¿Qué ocurre con otros tipos de seres vivos como por ejemplo, las bacterias?

Las bacterias cumplen una función primordial en el ciclo de la vida, cuando son las encargadas de degradar los seres muertos y con esto procesar los residuos a otros más simples que aprovechan, en este caso, como abono para las plantas; pero también una bacteria es capaz de enfermar y matar, ya que de ingresar a un organismo sano, este puede llegar a colapsar. Al mismo tiempo, este proceso hace que las especies que sobreviven a un ataque bacterial  sean más resistentes y con mayor posibilidad de sobrevivir a más agresiones, incluso de bacterias más letales; cumpliendo con esto, otra vez la postulación de la teoría de la evolución.

Por el lado de los seres humanos, hemos sido capaces de desarrollar los avances médicos necesarios para superar la mayoría de enfermedades provocadas por microorganismos infecciosos y con ello, mejorar nuestra calidad de vida. Desafortunadamente, en este caso, la medicina es un arma de doble filo, por un lado cura enfermedades y por otro, los tratamientos hacen cada vez más resistentes a los microorganismos. Una de las principales causas de este daño colateral es la poca cultura sobre los tratamientos médicos. El uso de antibióticos debe ser un proceso totalmente regulado y estrictamente documentado ya que actualmente hay estudios que comprueban que bacterias como la E. Coli han demostrado resistencia en más de 35 cepas distintas. El mayor riesgo no es debido a bacterias de enfermedades peligrosas o raras, sino que las enfermedades más comunes como por ejemplo, la gripe, en poco tiempo sean enfermedades imposible de curar.

Este panorama nos lleva a redirigir los avances médicos a nuevos perfiles, tal vez no tratando las bacterias de manera convencional o que los medicamentos tengan una función distinta. La ciencia debe apresurarse a ganar tiempo, tener de su lado las consecuencias de los principios de la evolución y la adaptación de las especies, ya que sería muy irónico poder tratar una enfermedad como el SIDA y que los pacientes mueran a causa de una enfermedad más simple, o que cada vez los trasplantes de órganos aumenten sus casos de éxito pero no se pueda combatir una infección posoperatoria.

En México, el uso de antibióticos se ha restringido en los últimos años, sin embargo tenemos una ligera desventaja frente a otros países si nuestros servicios de salud no son eficientes ni eficaces. Se debe mejorar la atención médica, la investigación y sobre todo, la cultura de un buen paciente: tenemos la obligación de no automedicarnos, acudir al médico ante la presencia de la enfermedad y cumplir al pie de la letra los tratamientos, cabe destacar que aunque nos sintamos bien pero no hemos terminado un tratamiento es dar luz verde a que los microorganismos se refuercen. 


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