martes, 3 de marzo de 2020

Cerca del Cielo. Por: José Ramón Flores. Días de aprendizaje



A los 14 años de edad, caminando en mi primera incursión a una montaña, el Cofre de Perote, Adrián Montero, tomó el papel de líder de grupo. Iniciamos nuestra vía crucis aproximadamente a las 6 de la mañana; recuerdo que como media hora después, ya me quería regresar. Me sentía cansado y todavía ni siquiera habíamos terminado de salir de Coatepec. En las mochilas, hechas de lona, todo lo que estaba en su interior se precipitaba hasta el fondo y al caminar, grotescamente, nos golpeaba las asentaderas. El dolor en los hombros se convirtió, con las horas, en algo insoportable por los tirantes. Afortunadamente no llovió porque era agosto o septiembre; la noche fue de sobrevivencia. Aun con todo esto, estos instantes, de recuerdos, fueron algo inolvidable y de aprendizaje. Adrián estableció disciplina, que es fundamental en un grupo, teniendo como objetivo claro el Cofre. Fue la primera lección que recibí subiendo una montaña: que jamás se debe actuar de manera improvisada, que había que entrenar y ajustarse a un orden cronológico.

A los 22 años subí de manera milagrosa el Pico de Orizaba, por la extenuante cara sur. Esa vez había entrenado de manera intensa. Haciendo de tripas corazón, pude hacer cumbre en la montaña más alta de México. El equipo era de risa, porque en lugar de ser intrépidos y desafiantes montañistas, nos asemejábamos a una banda de rufianes, de facinerosos. Los crampones y piolet eran de manufactura casera. Fue otra gran lección, hay que utilizar equipo adecuado y el calzado es fundamental para evitar el frío y la humedad en los pies.
Cuando conocí a Ricardo Torres Nava en persona, esto ocurrió en casa de Joaquín Canchola Limón, en Tlachichuca, Puebla, en marzo de 1990, estaba fresco su triunfo histórico en mayo de 1989, en el Everest, convirtiéndose en el primer latino y mexicano en la cumbre más alta del planeta. Todo esto fue posible por el montañista xalapeño doctor Mario Rizo Campomanes, amigo personal de Ricardo. El internacional alpinista le tiene hasta la fecha un afecto muy especial a Mario, siempre se refiere a él como el “doc”. Nerviosamente logré que me firmara un papel, después algunas fotos que aún conservo. De manera atropellada le di las gracias por sus atenciones, hasta ese momento Ricardo, se mostró serio; cuando habló me di cuenta de que es la persona más sencilla y sensible que he conocido.

Fue todo un ejercicio de modestia; me dijo que no había nada que agradecer, que estaba a mis órdenes. Aprendí justo en aquel momento, por la actitud de Ricardo, que no somos más que viajeros en el tiempo en una misma nave. Que nada nos hace ser superiores. Todo es efímero.

Al día siguiente, ya subiendo por el glaciar de Jamapa. Ricardo guiaba una cordada de cinco clientes: otro grupo de clientes, también amarrados, lo conducía Raúl Bárcena. De manera magistral, Ricardo aún se desplazaba sobre la blanca pendiente. Recuerdo que la nieve presentaba una textura maravillosa; era un día increíble, y Mario y yo progresábamos a la par de la expedición.

Ricardo mostraba una condición física increíble, no paraba de platicar y bromear, mientras nosotros, al menos yo, tenía el corazón latiéndome en la garganta por el esfuerzo. Raúl también muy fuerte y se daba el lujo de ir fumando. Le conté como cinco cigarrillos, hasta el cono del volcán, algo que no se debe hacer. Raúl falleció víctima de un ataque fulminante al corazón, cuando guiaba a un grupo de clientes, en el Iztaccíhuatl, junto con su hijo Raúl. Lo irónico de su lamentable muerte fue que sus clientes eran cardiólogos del IMSS, quienes hicieron todo lo que pudieron por reanimarlo, pero que finalmente no lograron.

El pasado sábado 8 de febrero, salió al aire la entrevista grabada que me hiciera Ariel Ortiz, en TV Mas. Mi gratitud eterna a la televisora, y a todo el equipo de producción. Raúl Torres López, a quien conocí en Cárdenas Tabasco durante los tres semestres que hice en el Colegio Superior de Agricultura Tropical como ingeniero agrónomo, me llamó desde Querétaro para decirme que había visto la entrevista y para felicitarme.

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