lunes, 16 de marzo de 2020

DESDE LA FINCA

Mujer y primavera.- Entre la frescura de las fincas impregnadas del rocío mañanero, los cortadores inician sus labores de recolección, con el entusiasmo característico de la bonanza. A pesar de que el precio del café no ha sido el esperado, los campesinos perciben mejores ingresos que el resto del año. Es cosecha y la proximidad de la primavera, motiva el característico buen humor de los hombres y mujeres de los cafetales. Desde temprano se empieza a sentir el fuerte calor que se ha anunciado. Entre las ramas cargadas de cerezas rojas, la charla es amena y la alegría se percibe en lomas y cañadas. El tema obligado es la manifestación de las mujeres con motivo de celebrar su día, donde justamente exigen que pare la violencia y que se les respete en todos los ámbitos. Justo en la pausa cordial de la hora del bastimento, una de las curtidas cortadoras le pregunta su opinión al respecto, al ascético admirador de género femenino, al viejo campesino, al bohemio puro de noble corazón y gran cabeza, quien al ver la expectación de la audiencia, toma pose de histrión y se arranca con su elocuente perorata: “Lo que el ser de la mujer necesita, es la destrucción de antiguas concepciones y la consideración exacta de su trascendencia, en su absoluta peculiaridad e inmanente esencia. La personalidad femenina es rica y muy compleja. La mujer es melodía y poesía, es ternura y momento. Vive el detalle, la concreción y la pequeñez. Su rumbo es la esperanza, la vitalidad y la fortaleza. Es dispensadora de gracia y firmeza. Su desprendimiento, resistencia y solicitud no tienen límites. Su índole innata es la capacidad esencial del amor. Derrocha su propio ser que es el cariño, la seguridad y la moderación. Es la vida, portadora y dadora de vida; por eso va delante, su visión es más amplia, admite la innovación y avizora un horizonte más ancho. En la penuria y desgracia, es sostén y báculo de pacificación. Es la familia y es la educación. Su condición natural de diálogo y de paz contribuirá siempre en cualquier ambiente al crecimiento de individuos que vivan la entrega, el servicio y el amor al prójimo, menos violentos y egoístas. Allí donde exista la dirección y el ordenamiento de la mujer, la sociedad encontrará solución a innumerables problemas y se creará un ambiente más libre, justo y dialogante. Merece ser reconocida siempre, no solo un día”. ¡Sopas! Todos guardaron silencio, tal vez porque no entendieron nada o por quedar absortos de tan sabia elucubración. Tras un generoso trago de agua de su fresco calabazo, al ver a la audiencia disponible y habiendo concluido el tema anterior, cambia su discurso de manera súbita: “Por cierto, este año la primavera va a entrar más temprano, llegará la noche del 19 de marzo, el día de San José”. Sin más protocolo, continúa: “La primavera es la resurrección de la vida en toda la naturaleza. El significado profundo es la renovación, el comienzo de un nuevo ciclo de luz con toda una serie de nuevas posibilidades, revive la fuerza activa que ha estado dormida en el invierno, y despierta de nuevo a la vida. De allí nace el concepto de muerte y resurrección. La primavera nos da acceso a la luz del espíritu. El sol alumbra con más fuerza, representando la energía básica de nuestro ser, la conciencia del individuo y la capacidad creadora que nos conduce a un nuevo nivel evolutivo, para renovarse física, psicológica y espiritualmente; así los seres humanos revivimos el milagro de la renovación, que lleva a ese estado de conciencia superior…”. Todos quedaron con cara de sorprendidos, solo uno de ellos alcanza a decir “yo creía que solo eran flores, mariposas y pajaritos”. A lo que el viejo sabio curtido por el tiempo, concluye: “Nos vemos en Monte Blanco… y no hay que olvidar a Benito Juárez…”

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