lunes, 16 de marzo de 2020

DESDE EL AULA Prof. Julio Hernández Ramírez



En la colaboración anterior expuse algunos trazos, muy elementales, sobre la recia personalidad de la Profesora Acela Servín Murrieta, a quien siempre recuerdo con reconocimiento y afecto. Era, la suya, una personalidad avasallante, que sin llegar a la bipolaridad transitaba con facilidad de un estado apacible a otro colérico y a la inversa.

La intuición llevada a grado superlativo y un agudo olfato político, le desarrollaron habilidades que le permitieron acomodarse a los diferentes estilos de cuando menos 10 Gobernadores. Sabía cuándo y hasta dónde apretar para luego aflojar en el momento preciso; tensaba la liga sin romperla y siempre dejaba en reserva un margen de maniobra para ceder en pos de construcción del acuerdo derivado de un proceso de negociación, entendida en el mejor sentido, aquella en la que no hay sumisión ni avasallamiento, sino el propósito de que todos salgan ganando. Era confiable, hacía valer su palabra, aunque fuera de sus “dominios” y de su “habitad natural”, solía mostrarse insegura e irritable. Es en este contexto que puede leerse la siguiente narrativa en la que, con la pretensión de ser objetivo, expongo retrasos de memoria:

Era senadora (la acompañaba) fue comisionada por el Partido para cubrir desde el día previo, la jornada electoral en el proceso de elección de Gobernador en el estado de Hidalgo: “nos vamos a las tres -me dijo- nos acompaña Tomás para que maneje”. Llegada la hora, tenía gente en la antesala y fiel a su costumbre se levantó hasta que atendió a la última persona. Salimos a las siete de la noche a la ciudad de Pachuca. Llegamos de madrugada, cuando la reunión de Información y Organización había terminado, se le veía molesta.

A las 7 de la mañana se realiza la primera reunión a puerta cerrada; la Profesora entra, Tomás y yo la seguimos. Al salir nos reprende acremente: “me pusieron en vergüenza, -dice- no tenían por qué haber entrado”; a las nueve, entra a la segunda reunión, la esperamos afuera y al salir nos regaña “¿para qué vienen si no me van a ayudar? –dice- se quedan paradotes afuera”. Esa fue la dinámica del día. Una senadora de Puebla le dice: “compañera, debieras precisar a los muchachos lo que requieres, porque eso de adivinar como que está medio en chino”.

De regreso ya en la madrugada Tomás se pierde dos horas en la ciudad de México, las mismas que fueron de regaño constante, lo que ya en el colmo genera un ríspido dialogo. A bocajarro nos suelta: “no me sirven, no me ayudan en nada, se regresan a sus escuelas, voy a dar por terminada su comisión”. “Por lo que a mi respecta me parece bien -contesté- la verdad es que con usted no se puede”. Luego duerme o finge hacerlo. Llegando a Banderilla, inicia amena charla con una risa radiante, se acercaba a su medio. Sin más me dice: “a las cinco nos regresamos a México, te da tiempo ir a tu casa y cambiar la maleta”. Así era ella.


*** En la narrativa de la 4T, el coronavirus debe ser neoliberal, conservador o cuando menos, fifí; por eso se le ignora. Ha transcendido que los protocolos de revisión sanitaria en los Aeropuertos del País sorprenden por lo ligero. En los actos masivos, como los partidos de Futbol, no se toma ni una previsión ni se emite mensaje informativo alguno. Existe preocupación en especialistas por la falta de pruebas de diagnósticos, pues de haber en México casos no detectados, las consecuencias serán desastrosas, sobre todo si se considera, el extravió del Sistema Nacional de Salud.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario