El
mito de la caverna de Platón es una de las grandes alegorías de la filosofía
idealista que ha marcado la manera de pensar de las culturas de Occidente. Entenderla
significa conocer los estilos de pensamiento que, durante siglos, han sido los
dominantes, así como los fundamentos de las teorías de Platón.
Platón
crea el mito de la caverna para mostrar, en sentido figurativo, que nos
encontramos encadenados dentro de una caverna, desde que nacemos, y cómo las
sombras que vemos reflejadas en la pared componen aquello que consideramos
real. Es un diálogo escrito por Platón, en el que su maestro Sócrates y su
hermano Glaucón hablan sobre cómo afecta el conocimiento y la educación
filosófica a la sociedad y los individuos.
En
este diálogo, Sócrates pide a Glaucón que imagine a un grupo de prisioneros que
se encuentran encadenados desde su infancia detrás de un muro, dentro de una
caverna. Allí, un fuego ilumina al otro lado del muro, y los prisioneros ven
las sombras proyectadas por objetos que se encuentran sobre este muro, los
cuales son manipulados por otras personas que pasan por detrás. Los prisioneros
creen que aquello que observan es el mundo real, sin darse cuenta de que son
solo las apariencias de las sombras de esos objetos.
Más
adelante, uno de los prisioneros consigue liberarse de sus cadenas y comienza a
ascender. Este observa la luz del fuego más allá del muro, cuyo resplandor le
ciega y casi le hace volver a la oscuridad. Poco a poco, el hombre liberado se
acostumbra a la luz del fuego y, con cierta dificultad, decide avanzar.
Sócrates propone que este es un primer paso en la adquisición de conocimiento.
Después, el hombre sale al exterior, en donde observa primero los reflejos y
sombras de las cosas y las personas, para luego verlas directamente.
Finalmente,
el hombre observa a las estrellas, a la luna y al sol. Sócrates sugiere que el
hombre aquí razona de forma tal que concibe a ese mundo exterior (mundo de las
ideas), como un mundo superior. El hombre, entonces, regresa para compartir
esto con los prisioneros en la caverna, ya que siente que debe ayudarles a
ascender al mundo real. Cuando regresa a la caverna por los otros prisioneros,
el hombre no puede ver bien, porque se ha acostumbrado a la luz exterior. Los
prisioneros piensan que el viaje le ha dañado y no desean acompañarle fuera.
Platón, afirma que estos prisioneros harían lo posible por evitar dicha
travesía, llegando a matar incluso a quien se atreviera a intentar liberarlos.
Conclusión:
Lo que ven los prisioneros dentro de la cueva pertenece al mundo sensible, es
decir, al que percibimos por los sentidos. El exterior de la cueva es el mundo
inteligible, con el sol como representación del bien. Para llegar a conocer el
bien hay que evolucionar desde el mundo sensible e ir más allá. Es decir, dejar
las tinieblas de la ignorancia de la cueva y acostumbrarnos a la luz de la
verdad.
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