DIGNO
EXPONENTE DE LA ESCUELA DE LA VIDA
Mi
amigo el albañil, el de las mil y una historias, vividas muchas, inventadas
otras, pero siempre contadas con emoción, entre lo serio y carcajadas, cumplió
setenta años. Fui de los contados invitados, por eso de la nueva normalidad, lo
acompañaron sus hijos, los que están en el pueblo, otros trabajan en los
Estados Unidos y en Canadá. En la apariencia lo suyo no ha sido el apego para
con sus hijos, en cambío éstos, lo
tratan con cariño y respeto, siempre lo buscan, como reza la sabiduría popular,
‘algo debe tener el agua donde la bendicen’. No estuvo su esposa, a nadie
sorprendió, debe tener agravios acumulados; él mismo se manifiesta divertido
cuando comenta que cumple con un apostolado en la iglesia, dando pláticas de
motivación y orientación matrimonial, aun cuando sus deslices amorosos no se
han guardado en la discreción.
No
podía faltar la presencia del tío Esteban, el ídolo, el siempre admirado, el de
las incontables anécdotas, una autentica leyenda, posgraduado con honores en la
ruda escuela de la vida, divertido y franco, platicar con él siempre es una
delicia; a sus noventa y un años y dada a su corpulencia, se apoya en muletas
para caminar pero no se rinde. ‘Crecí con mis tíos’ evoca con emoción, fueron
duros, recuerda. Mi tío Gil era bruto en el trabajo, con el azadón sacaba un
surco a la orilla y no se levantaba, con la misma se volteaba al otro surco y
yo atrás, haciendo cintura, y aprendiendo ser cuerudo… rudo; al tiempo lo
agradecí, dice, a puro lomo me hice de mi propio rancho.
Siempre
he trabajado duro, me gusta vivir bien, platica a los sobrinos que lo escuchan
con admiración deseando en el alma ser como él. Mi pasión son las carreras de
caballos, narra, siempre he sido acertado, pocas veces he perdido, por mis
manos han pasado caballos que me han dado fama y dinero. La baraja me encanta, jugar
un albur me excita, siempre juego derecho, confió en la suerte y en la
habilidad, nunca en la trampa y chanchulló. Tío, lo interrumpe un sobrino
jovenzuelo ¿ha sido usted gallo con las mujeres? “He conocido muchas -contesta
con gravedad- incluso puedo decir que las he amado, pero nunca he dejado ni
maltratado a tu tía, ella tiene un lugar que nadie puede disputarle, he sido
responsable, el gasto de la casa es primero y sagrado”.
Entre
otras muchas cosas se cuenta del tío Esteban que podía estar cuarenta y ocho
horas continuas sentado en el mismo lugar libando licor sin perder la
compostura y cuando se levantaba lo hacia sin tambalearse sin titubeos y
vertical. Al llegar a su casa, luego de una larga parranda, no recibía, tal vez
por que no lo admitía, reproche alguno. Luego… al intenso trabajo.
Su
fuerza era excepcional, hay testimonios de que el solo cargaba a una mula con
sacos pergamineros llenos de frijol. Es cuestión de mañas, justifica con modestias,
lo cierto es que consumar tal hazaña no es asunto menor.
Lo
ameno de la charla hace que las horas pasen ligeras. Se despide él, sube con
cierta dificultas al Tsuru conducido por uno de sus nietos que no emitió
palabra, pero con un elocuente leguaje corporal expresaba la admiración por el
abuelo; luego, la mazorca se desgrana. De pronto todos recordamos que había
cosas por hacer.
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