lunes, 14 de septiembre de 2020

Por si no lo sabías .- Por. Valente Salazar Díaz

 ¿Qué es la inteligencia? Parte III.

 


 En la pasada edición de esta sección se abordó la teoría de las Inteligencias Múltiples de Howard Gardner, y se dijo que, desde ese punto de vista, cada ser humano posee un cierto tipo o tipos de inteligencia (lógica, lingüística, musical, etc.) que sobresale en su personalidad, y que el calificar de “más inteligente” a un individuo por sobresalir en tal tipo de inteligencia no es en verdad tan cierto. Así, tenemos personas que pueden ser “brillantes” académicamente (inteligencia lógico-matemática), pero incapaces de establecer buenas relaciones con sus compañeros de trabajo (inteligencia interpersonal), así como personas que destacan en varios tipos de inteligencia, como Leonardo da Vinci, René Descartes o Ludwig Wittgenstein. 


Pasaremos ahora a la discusión sobre lo que se ha dado en llamar “inteligencia artificial”, y que no es sino la especulación –propuesta por Raymond Kurzweil en su libro “La era de las máquinas espirituales” (1998)- sobre la posible evolución de la inteligencia biológica o natural del hombre con base en la integración de sistemas computacionales a ésta.  Dado que la especie humana ha llegado a un grado en su evolución biológica, que parece no poder avanzar ya más, se propone que la siguiente etapa evolutiva de nuestra inteligencia sea dada por interfaces –o uniones físicas- entre el cerebro y algún tipo de programa computacional.


Escrito hace 22 años el libro de Kurzweil aventuraba algunos adelantos que actualmente son realidad, como el uso de smartphones (teléfonos celulares de última generación) y smartwatches (relojes de pulsera conectados a la red a través de los primeros), así como el desarrollo de programas computacionales capaces de elaborar relatos por sí solos o “pintar” cuadros. Algunos desarrollos que en aquella época no se aventuraban, como las prótesis biónicas que pueden transmitir sensaciones de presión, calor, etcétera, al cuerpo del receptor, o los robots que ejecutan diversas funciones en la industria y el hogar, son hoy una realidad que han facilitado la vida de los seres humanos.


Sin embargo, diversos estudiosos se han formulado la pregunta más sugerente en este campo: ¿Podría la humanidad llegar a crear una inteligencia artificial mayor que la suya misma? En este sentido seguimos aún en el campo de la ciencia ficción; una computadora puede resolver ecuaciones matemáticas  complejas a velocidades sorprendentes, superando así a la velocidad de la inteligencia lógica humana, pero ha sido necesario que sea un humano quien elabore y alimente con datos a dicha computadora. Revivimos aquí, en sentido metafórico, el antiguo mito del creador y su creación, difundido en películas como Ex machina, Yo robot o Matrix, en las cuales la inteligencia artificial se rebela contra aquel que la construyó. Sin caer en tales visiones pesimistas, sí podemos esperar que en algunas décadas más la tecnología nos ofrezca un valioso auxiliar en el desempeño de nuestra vida cotidiana, pero no se puede hablar aún de inteligencia en el sentido que nosotros la comprendemos como un atributo de los seres vivientes.


Finalmente, si nos detenemos a pensar que hace 30,000 años la humanidad habitaba en cuevas y se sostenía de la cacería y la recolección de plantas silvestres, y hoy nos es posible conectarnos en tiempo real con imágenes del otro lado del planeta, u observar en tercera dimensión el desarrollo de un feto dentro del vientre materno, o explorar el firmamento tan lejano a nosotros, es impresionante el constatar que ha sido gracias al desarrollo de nuestra inteligencia que prosperaron la tecnología, la ciencia, la filosofía y las artes.

¿Podrá en un futuro la inteligencia humana evolucionar aún más?

Esta pregunta sigue aún sin responder, a despecho de teorías sin sustento como el pretendido “uso del 10% del cerebro”, o fraudes pseudocientíficos como el supuesto nacimiento de “niños índigo”; la verdad es que el desarrollo de la inteligencia depende de varios factores, desde nutricionales hasta culturales como la educación o contextuales como el nacer en una gran ciudad o en una etnia de la selva.


Así pues, podemos observar cómo el niño que nace ya en un entorno “tecnológico” desarrolla prontamente las habilidades necesarias para utilizar videojuegos, computadoras o aplicaciones en los celulares, mientras que al adulto mayor –que creció sin estas innovaciones en su entorno- le es más difícil su manejo.


Si nuestra inteligencia se puede desarrollar hacia nuevos horizontes será tal vez impulsada por los grandes problemas ambientales y sociales que hoy enfrentamos: el aumento desmesurado de la población, el abastecimiento de agua y alimentos para todos, el agotamiento de los recursos naturales, la contaminación del ambiente, el cambio climático global o la ausencia de un sistema social que haga justicia y dé bienestar a todos.


Desde que nuestros primitivos ancestros se irguieron por vez primera sobre sus pies hasta el día de hoy, los humanos hemos subsistido ante las adversidades y logrado grandes avances, desde que se dominó el fuego protector ante las inclemencias del tiempo hasta el microscopio que nos reveló un mundo invisible pululando a nuestro alrededor. Si hemos logrado llegar a este punto de la historia no ha sido por el uso de nuestra fuerza –inferior a la de muchas otras especies animales- o por nuestra resistencia fisiológica –tan frágil que un minúsculo virus o una bacteria nos pueden matar- sino por haber sido inteligentes cuando las circunstancias de la vida así lo requirieron. Esperemos que esa misma inteligencia heredada desde nuestros tiempos más remotos vuelva a llevarnos adelante ante los problemas del mundo actual. 

       

Valente Salazar Díaz

Colaborador

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