lunes, 24 de mayo de 2021

Cerca del Cielo - Por: José Ramón Flores Viveros

Construye tu Everest.- (I de II partes)



Hace poco más de un año, enero del fatídico 2020, cuando ni siquiera imaginábamos lo que se nos venía encima como sociedad; era de noche cuando sonó mi teléfono móvil, se escuchó la voz inconfundible del conductor de los deportes de TV Mas: “Ramón, soy Ariel Ortiz, ¿recuerdas que quedó pendiente una entrevista contigo?, vamos a iniciar una serie de entrevistas con personajes del deporte local, y queremos comenzar contigo”. Nos pusimos de acuerdo para que le enviara fotos e información para la entrevista. Cuando colgamos, me sentía muy contento por la oportunidad de poder estar en la televisión estatal. Aunque también dada mi natural timidez, siempre es el inicio de una nueva expedición, una expedición donde me enfrentaré a mis miedos sociales.


El caso fue que comenzó para mí desde aquel momento una cuenta regresiva, de verdad, que es un miedo expectante: saber que se estará ante el escrutinio público, y que para mí es como caminar siempre en la cuerda floja. Ojalá y pueda explicarme, creo que me es más intimidante esto, que el haber estado, en montañas impresionantes de los Andes. Seguramente, alguien podrá pensar cuál es el sentido de aceptar este tipo de compromisos, y saber que los días previos serán días condenatorios. Aceptar una entrevista de este tipo, se convierte en un reto para mí, en un auténtico desafío; en mis años de adicción al alcohol, jamás y nunca me hubiera imaginado en semejante situación. Hasta para los mismos camarógrafos de la televisión es toda una prueba, cuando algún conductor, por su cumpleaños o simplemente por bromear, los obligan a salir a cuadro. Se percibe de inmediato su pavor, y salen en estampida del escenario en la primera oportunidad.


Los nervios previos a este tipo de compromisos, ante las cámaras, me provocan mucha ansiedad y miedo más que nada. Pero es algo que me gusta enfrentar, me gusta esa adrenalina. Recuerdo que, siendo un niño, en la Primaria Benito Juárez, llegué a hacerla de maestro de ceremonias, y podía enfrentar sin temor alguno al público escolar. No tenía ningún inconveniente en hacerlo, se me hacía hasta divertido. Sin embargo, alguien muy cercano de la familia se burló de mí por ser maestro de ceremonias. Ya no quise saber más de micrófonos ni de ceremonias. Recuerdo las primeras fiestas a las que comencé a ir, solo lograba romper el turrón, con unas copas, y entonces me convertía en un auténtico merolico, hablaba hasta de física cuántica ya borracho. Es algo que podrán entender quienes sufren de estos ataques de pánico en lugares públicos… Continuará.

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