lunes, 24 de mayo de 2021

CUARTO ACTO - Alejandro García Rueda

Quedarse o volver.- 



El proceso de selección y eventual “destape” de candidatos a distintas alcaldías y diputaciones en Veracruz dieron rienda suelta a la aparición de titulares un tanto confesionales. Por un lado estuvieron los encabezados llenos de optimismo e ilusión y por otro, los que tácita o veladamente dejaron entrever cierta decepción general por aquellos que hoy son “campeones sin corona”.


No se puede tener contentos a todos, eso está más que claro. Sin embargo, si el análisis comienza por el partido en el poder, es insoslayable que tuvieron la oportunidad de manejar mejor las cosas. Máxime cuando a través de la figura presidencial se han adueñado de la agenda nacional de tal manera que pareciera haber estado allí desde siempre y cuando se persigue el objetivo de que Palacio Nacional, el Palacio de Gobierno y las cámaras de diputados y senadores sean esos lugares donde debería estar y que cualquier otro habitáculo debería estar descartado como destino posible. 


Hay mucho descontento. En el afán de no crear un ambiente propicio para una desbandada terminaron creando un área de oportunidad para otras fuerzas políticas y el manejo mediático del proceso no ayuda, porque el limpiar su imagen no está dentro de las prioridades. Debería estarlo si realmente buscan ganar.


No es que disputar la posesión del balón sea menos importante, pero lo es más eludir un repliegue cuando tienes enfrente a un equipo energizado por su gente. Para hacerle frente al mejor, tienes que demostrar por qué eres el mejor ahora atendiendo a la percepción real que tienen los votantes no solo del candidato sino de su mensaje.


El presente proceso electoral tiene un componente emocional puntualmente en algunas localidades porque “se juega de visitante” en el bastión de quienes históricamente han sido sus adversarios. Entre señalamientos y acusaciones es difícil caminar con un discurso de honradez y sinceridad. Podrían entonces apelar a cualidades como la experiencia, en algunos casos el nivel de aceptación o la capacidad de negociación.


Es justo ahora cuando se debe trabajar con mayor ahínco y no despreciar las bondades de la oratoria, la imagen pública y la relación con los medios de información porque de lo contrario la izquierda puede ser el símil de la Selección Española que chocó en 2014 con el entorno creado por Brasil en el mundial. 


Para entregar buenas cuentas, para no ser responsables de mancillar una serie de logros o de impulsar desde adentro la destrucción de un movimiento que viene construyéndose desde hace más de 15 años quizá es lo mejor actuar a la inversa, llevando la conversación a la gente.  En tiempos de matracas, silbatos, jilgueros y confeti, alguien tiene que decirlo (o, en este caso, escribirlo). No todo es un área gris, aunque de primera mano parezca que sí.


Frente a las falencias –porque hay que admitir que existen– puede mostrarse una cargada orgánica de entusiasmo contagioso. Tendrían que abandonar la parsimonia y la cuadratura para comenzar a desdibujar el muro que separa al electorado de los candidatos y juntar a todos: militantes, simpatizantes y afines en un tumulto heterogéneo. Solo así, reconociendo las debilidades propias y fortalezas ajenas se puede estar mejor preparado. Ya vendrá el momento de ir devolviendo a la crítica una perspectiva histórica.


Ya sea para buscar rutas alternativas como para extender su brillante presente, a la izquierda –como en su momento hizo la roja– no le vendría mal meditar sobre las propias expectativas porque corre el riesgo de volver a un lugar distinto de donde se encuentra.




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